El Proyecto Fiare: Intermediación Financiera desde los principios de la Economía Solidaria

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Ponencia en XI Jornadas de Economía Crítica que se realizaron en Bilbao los días 27 al 29 de Marzo de 2008
1. Introducción: hay otras formas de hacer economía
La relación lógica entre lo que es y lo que debe ser ha sido tema de interminables debates filosóficos, casi siempre encaminados a demostrar la ausencia de relación y la falaz pretensión de identificar ambas categorías. La realidad en cambio nos ofrece incontables ejemplos sobre cómo nos valemos de esa lógica para justificar lo que está ocurriendo entre nosotros y en el mundo. Tendemos a admitir sin más que las cosas deben ser lo que son. Lo sorprendente es el fácil acomodo que tiene en nuestras vidas no poner tal perspectiva en cuestión. Y lo preocupante es que pocas veces nos planteamos las consecuencias que produce el no hacerlo. No es necesario dar muchos rodeos para encontrar una de las que más calado tiene en nuestras sociedades: la penetración de la esfera económica en nuestras vidas es de tal calibre que hemos perdido la perspectiva sobre cómo debe articularse esa esfera para que no sea injusta; tendemos a pensar, por el contrario, que su inercia es completamente neutra y que nada de lo que en ella ocurra depende completamente de nosotros, ni siquiera esas injusticias.
Este es, sin duda, uno de los efectos más contundentes de esa “economización” de nuestras sociedades: la consolidación de ciertas verdades, usos o comportamientos propios de la esfera económica como indiscutibles. Y no solo indiscutibles sino, lo que es peor (si de lo que se trata es de intentar ponerlos en cuestión o presentar alternativas), socialmente normalizados. Todo el mundo se comporta así y lo reconoce públicamente. No hay sensación, ni mucho menos preocupación, de que haya algo que merezca la pena superar o sustituir. Son indiscutibles pero, sobre todo, son indiscutidos.
Por eso, intentar proponer alternativas en la esfera de lo económico que pongan en cuestión dogmas tales como la primacía del interés propio, la libertad individual sin restricciones para hacer elecciones o la búsqueda (personal y organizacional) del máximo beneficio, resulta no solo de una dificultad formidable, sino incluso ridículo a los ojos del ciudadano normal. No digamos de las organizaciones y estructuras que operan en el seno de esa esfera económica.
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