Recuerdo perfectamente la primera vez que escuché el concepto Economía Social y Solidaria. Empezaba a dar mis primeros pasos como trabajador de una cooperativa sin ánimo de lucro y, en una de las primeras reuniones con el resto de socias, se mencionaron constante (y casi compulsivamente) las siglas E-S-S. Que si la ESS es la única forma coherente de producir y consumir. Que si la ESS es la mejor opción para transformar la sociedad. ¡Que si la ESS es la respuesta para dejar el paradigma económico actual obsoleto!

No sabía de qué iba la cosa. Haciendo caso a la máxima mejor no abrir la boca y parecer burro que abrirla y demostrarlo, esperé al final de la reunión para preguntarle a una de las compañeras a qué se referían exactamente cuando hablaban de Economía Social y Solidaria. Recuerdo que se rio y me respondió que, por mucho que desconociera el concepto, seguro que me sentiría identificado con él. Después de una explicación detallada, la ESS resultó ser una forma de hacer y vivir alejada del paradigma actual: una forma de actuar con compromiso con la comunidad, apostando por la sostenibilidad ambiental, por la equidad de género, por las necesidades básicas por encima del lujo, por la gestión democrática a todos los niveles… y está claro que me sentí identificado con él. ¿Qué ser humano medianamente evolucionado no quisiera todo esto?

Una vez familiarizado con el concepto de ESS entré al poco tiempo a formar parte de la XES Garrotxa, la Red de Economía Solidaria de la comarca. Una red conformada por aquellas organizaciones e iniciativas que caminan con una mirada transformadora a través del soporte mutuo, la intercooperación y la fuerza colectiva. Rompiendo los estereotipos que me había generado anteriormente -pensando que sería algo más bien hippie y utópico- pude encontrar toda una diversidad de iniciativas consolidadas: desde proyectos que trabajan en torno a la alimentación y restauración a entidades que promocionan la cultura y el ocio, iniciativas que trabajan por la gestión del entorno, proyectos educativos, de salud y cuidados, y un largo etcétera que representaba bastante decentemente la diversidad de pequeñas y medianas empresas de la comarca.

Y es que antes de adentrarme en el mundo de la Economía Social y Solidaria solía ser bastante más pesimista. Pensaba que en todos los contextos el individualismo, por mucho esfuerzo que uno intentara poner, ganaba inevitablemente al colectivo. Porque el ser humano es egoísta y egocéntrico y no es capaz de hacer las cosas de otra forma, pensando por uno mismo, y así lo haríamos hasta que este comportamiento nos llevara a la extinción. No podía estar más equivocado. Casi de rebote, descubrí a un grupo de personas que creen, trabajan y cooperan para hacer las cosas de forma diferente, pensando siempre en lo que es mejor para el planeta y para la sociedad. Y no están solas en absoluto, ¡pero es que yo no lo sabía!

Desde ese día hay una inquietud que flota por mi cabeza. ¿Cuántas personas hay a mi alrededor que comparten y se identifican con los valores de la ESS pero viven cegadas por el pesimismo? ¿Cuántas personas, tal y como me ocurría a mí, desconocen que existe una alternativa al modelo actual y cada vez es más potente y está más enredada? En la XES Garrotxa ya somos más de 50 entidades. Más de 400 personas. Si fuéramos una empresa, seríamos la segunda mayor de La Garrotxa. Y estamos seguras de que somos muchas, muchas más.

Y tú, ¿acaso también eres XES y no lo sabes?