El árbol de la economía solidaria sigue creciendo

Por Jordi Garcia Jané publicado en su blog economiasolidaria.cat [català] Después de unos meses de no publicar ningún comentario en este blog porque tenía que terminar de escribir La economía solidaria en cien palabras, una especie de diccionario de economía solidaria que probablemente aparecerá en los próximos meses publicado por la editorial Icaria , junto […]

1 junio 2017

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Por Jordi Garcia Jané publicado en su blog economiasolidaria.cat

[català]

Después de unos meses de no publicar ningún comentario en este blog porque tenía que terminar de escribir La economía solidaria en cien palabras, una especie de diccionario de economía solidaria que probablemente aparecerá en los próximos meses publicado por la editorial Icaria , junto con la XES, retomo el bloque tratando, antes que nada, de algunas cosas que he aprendido haciendo ese libro.

 

Para describir el alcance de la economía social y solidaria suelo utilizar la metáfora del árbol: un sotobosque, la trama social comunitaria, que le proporciona los nutrientes para crecer; un tronco basado en los valores de igualdad, solidaridad, sostenibilidad y democracia, y muchas ramas, que corresponden a las fases del proceso económico a las que asocio su versión en economía solidaria.

Hasta ahora, el árbol que dibujaba tenía siete ramas de economía solidaria: comunes, trabajo cooperativo, comercialización justa, consumo responsable, finanzas éticas, distribución solidaria y monedas comunitarias. Así lo encontrará, por ejemplo, en el comentario «El árbol de la economía solidaria», que publiqué en este blog hace ya casi cuatro años, el 3 de septiembre de 2013.

Ahora propongo añadir una octava rama, la de recuperación de los residuos, y rebautizar algunas otras: la gestión de los comunes del amplio con las llamadas tecnologías convivenciales, la apropiación paso a llamarse la apropiación y creación de recursos, la transformación la rebautizado como producción y reproducción para integrar explícitamente el trabajo doméstico y de cuidados, y la distribución solidaria la denomino como distribución equitativa, que me parece más precisa. Repasamos a continuación cada rama.

En la apropiación y creación de recursos, tenemos los comunes y las tecnologías convivenciales. Un común es un bien de propiedad colectiva y / o de acceso público regido por unas normas decididas por las personas usuarias, las cuales permiten que el recurso satisfaga con eficacia las necesidades, tanto de las usuarias presentes como de las futuras. Los comunes se fundamentan en el uso del recurso, que es compartido. Un común no genera propietarios, sino usuarios. Entre los comunes suele distinguir los que son naturales (bosques, zonas de pesca, sistemas de riego, molinos …), muy extendidos en las sociedades precapitalistas, y los artificiales, como el lenguaje, el conocimiento o el software libre, que además resulta ser una las tecnología convivencial. Las tecnologías convivenciales o apropiadas son tecnologías que cubren las necesidades y aspiraciones de la comunidad, que las controla, aplican el principio de precaución, tienen un bajo impacto ecológico y están hechas con diseños sencillos y descentralizados.

En las actividades de transformación, o de producción y reproducción, encontramos las prácticas de trabajo emancipado. El trabajo emancipado es cualquier actividad humana necesaria para la reproducción de la vida que es hecha sin alienación, explotación ni dominación, y que se inserta armónicamente dentro del ciclo vital y las aspiraciones de cada persona. El trabajo emancipado es tanto lo contrario del trabajo asalariado, que opera en la esfera dicha productiva, como del trabajo doméstico y de los cuidados, tal como está hoy instituido, que lo hace en la esfera reproductiva. Podemos considerar las experiencias actuales de trabajo cooperativo, de trabajo comunitario o de socialización y democratización del trabajo de cuidados como prefiguraciones en las sociedades de hoy de lo que sería el trabajo emancipado en una sociedad postcapitalista.

En la comercialización, desarrollamos la comercialización justa. Se trata de una práctica de intercambio basada en precios justos entre las partes productora, distribuidora y consumidora, que permite unas condiciones de vida dignas para todas. Incluye tanto las iniciativas de comercio justo entre agricultores y artesanos del Sur y consumidores del Norte, como entre agentes de un mismo país o área (Norte-Norte como las AMAP francesas, o Sur-Sur como la Red Latinoamericana de Consumo Comunitario).

En el consumo, tenemos que hablar del consumo responsable, que es la elección consciente de productos y servicios, los cuales, a la vez que atienden las necesidades y aspiraciones legítimas de las personas consumidoras, respetan las condiciones laborales de las productoras y el medio ambiente. Dado que todas consumimos, el consumo responsable es cosa de todas, sea una persona, una empresa, una entidad o una administración. El consumo responsable rompe con el modelo productivista y consumista basado en el deseo de poseer el mayor número de bienes y servicios, y se expresa como consumo cooperativo, como consumo ecológico, como consumo solidario, como consumo colaborativo y como reducción del consumo.

La recuperación es el conjunto de actividades que evitan la conversión de los bienes en desechos o residuos y, si acaso se han convertido, que les permiten volver a ser útiles. Puede consistir en la recuperación de papel, chatarra, ropa, juguetes, electrodomésticos, comida … Se trata de una actividad económica que genera puestos de trabajo haciendo un trabajo socialmente útil que, además, apunta hacia otra economía, ecológica, basada en el aprovechamiento y el uso equilibrado de los recursos.

Las finanzas éticas son prácticas de intermediación financiera en que la rentabilidad social es, al menos, tan importante como la económica, y donde la gestión es democrática y transparente. Combaten la alienación de la persona ahorrativa, hacen efectivo el derecho al crédito y promueven el uso social de los ahorros y las inversiones. Vienen a ser, pues, el consumo responsable de los productos financieros.

La distribución del excedente es equitativa si se reparte de manera democrática y con criterios de equidad y de solidaridad. La podemos observar en diferentes escalas y ámbitos. En las entidades de economía social y solidaria, el abanico salarial es mucho más cerrado que sus homólogas capitalistas, y muchas dedican una parte del excedente a financiar actividades sociales. Entre empresas, la distribución equitativa consiste en crear fondos de solidaridad interna como Mondragón. En el Estado, a hacer presupuestos participativos, en la medida en que es una manera democrática de determinar el uso del excedente colectivo.

Las monedas comunitarias son sistemas de intercambio o de compraventa de productos y servicios entre personas y / o empresas, utilizando una moneda diferente de la oficial que es regulada por la comunidad. A veces las llamamos también monedas sociales, alternativas, complementarias, paralelas, locales, libres, ciudadanas … Entre las monedas comunitarias, podemos distinguir las monedas locales, es decir, las utilizadas voluntariamente por los habitantes de una comunidad territorial, como por ejemplo, el SOL-violette en Toulouse, y las monedas sociales, esto es, las creadas por una comunidad profesional o ideológica, como por ejemplo, los sistemas LETS todo el mundo, el wir entre las pymes suizas, el sàrdex entre las empresas de Cerdeña o el eco en la Red Eco del Camp de Tarragona.

Otra representación visual de la economía solidaria que también suelo utilizar es imaginar que la sociedad, y por tanto la economía, se sustentan sobre el planeta: de la Tierra extraemos los recursos materiales y en la Tierra vertemos los residuos. Mientras que la imagen del árbol representa muy bien el carácter orgánico y socialmente arraigado de la economía solidaria (un árbol no crece estirándolo, sino abonándose el, regándolo y dándole luz), la representación del proceso económico sobre la superficie de la Tierra nos ayuda a entender los límites de la biosfera que cualquier economía, y la solidaria también, debe respetar, si no quiere desaparecer.

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