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Ahora sí, un mundo nuevo

Su agonía ya estaba anunciada. El error es ahora intentar resucitarla. La avaricia corroe a pequeña y magna escala y la viciada civilización capitalista estaba ineludiblemente condenada a su fin. La equivocación es pretender ahora, a toda costa, mantenerla viva. Los mercaderes ya ensayaron un mundo que ha fracasado estrepitosamente, ahora llega el turno de […]

11 octubre 2008
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Su agonía ya estaba anunciada. El error es ahora intentar resucitarla. La avaricia corroe a pequeña y magna escala y la viciada civilización capitalista estaba ineludiblemente condenada a su fin.

La equivocación es pretender ahora, a toda costa, mantenerla viva. Los mercaderes ya ensayaron un mundo que ha fracasado estrepitosamente, ahora llega el turno de la única economía sostenible a largo plazo: la economía solidaria.

Sobre las cenizas de una civilización caduca, levantemos por fin una casa para todos, no sólo para unos pocos privilegiados.

¿Por qué no rehacer el mundo de nuevo, ahora que se derrumba el viejo? ¿Por qué no intentar vivir por y para el beneficio del otro, del que más lo necesita? ¿Por qué no artesanía manual, comercio solidario, trueque de servicios, redes de intercambio, bancos sin usura, progreso y prosperidad para todos…? ¿Por qué no comunidades en buena medida autosostenibles, libremente intervinculadas, unidas globalmente por las tecnologías de la comunicación? ¿Por qué no salir todos de nuevo al huerto e intercambiar excedentes y regalar también cuota de cosecha? ¿Por qué no empezar a hacer pequeño, humano y por lo tanto sostenible, todo lo macro, primero las fábricas y ciudades, después los hospitales, los mercados, las escuelas…? ¿Por qué no empezar a pensar en clave colectiva y no en asfixiante clave personal? ¿Por qué siempre un compás de espera para los sueños? ¿Por qué no ahora un mundo de hermanos?

No sabemos de economía, pero sí que el sol siempre da y nunca se agota, que las ramas del peral se doblan en su donación del dulce fruto, que todos los reinos se inmolan y ofrecen para el desarrollo del hombre. Aún y con todo el ser humano tiene pendiente la lección de dar, aún con todo seguimos acumulando y depredando… Aún con todos los ejemplos de donación que a cada instante nos regala la Madre Naturaleza, seguimos principalmente pensando en nosotros mismos…

No sabemos de economía, pero sí nos alcanza a comprender que esta situación caótica, esta honda depresión, este desplome en vertical de los parkets mundiales es debido a una fiebre de enriquecimiento rápido, a una voracidad sin límites de negociantes sin escrúpulos, especuladores, vendedores de hipotecas basura (subprime )…, es un repunte salvaje de un sistema ya de por sí insostenible, es la culminación irracional de un modelo social, carente de mínima ética y sin futuro alguno.

No sabemos de economía, pero sí nos consta que desde una pequeña pantalla no se puede manejar vidas ajenas, especular con el sudor de los más humildes. La globalidad debe significar más opciones de intercambio, más posibilidad de socorro y ayuda al necesitado, no más usura y control de los poderosos.

La comunidad constituye una cadena de interdependencias, una inmensa red de servicio y mutua donación. La comunidad progresa cuando la parte se sacrifica por el conjunto y no viceversa. El sistema capitalista estaba basado en el lucro de los menos a costa de la mayoría. Los sistemas socialistas eran o son igualmente capitalistas, sólo que la patronal viste de funcionarios, los obreros son aún más número que personas y en su ámbito la libertad y creatividad inherente al ser humano, queda sino totalmente anulada, sí gravemente mermada.

Su historia ya se agotado. Sus intentos ya han traído suficiente carga de dolor colectivo. Pasó ya el turno de mercaderes e ideólogos, de los profetas neoliberales y de los partidos únicos. La crisis puede ayudarnos a cuestionar otros innumerables y mayúsculos errores civilizacionales: por supuesto la energía contaminante, pero también la arrasadora agroindustria, el trabajo maquinal en industrias tóxicas, el culto al coche, la crueldad de los mataderos, el ocio alienante… Es la hora de repensar todo. Es la hora de la gente, es el momento de la humanidad expresando y manifestando cada día, cada quien desde su rincón, desde su comunidad en la naturaleza, su inmenso potencial de crear y de servir. Es la hora de las pequeñas ciudades y pueblos a escala humana, a la vez partícipes y conscientes del devenir colectivo de la humanidad.

El crack no es económico, sino civilizacional. El pánico en Wall Street no marca el final de un período de bonanza económica, no señala la necesidad de implementar reajustes… El infarto de los brookers evidencia el final de una civilización basada en el exclusivo beneficio propio. Los números rojos, muy rojos en los salones de las principales bolsas mundiales cantan el ocaso de todo un paradigma individualista, ajeno al devenir comunitario.

Cae una economía que no era sostenible, ni en cuanto a relaciones humanas, ni en cuanto a su relación con la naturaleza. Ahora toca levantar otra sobre las bases de la mutua ayuda y la solidaridad. ¡No vale socializar pérdidas, cuando pingües beneficios de muchos años nunca se compartieron! ¡No más parches para que todo siga igual, señor Bush! ¡No más inyecciones a un cuerpo moribundo, no más reservas de la ciudadanía para sacar a flote a quienes más abusaron! ¡No nos afanemos en recuperar lo irrecuperable! Una civilización enferma ha de morir para que renazca otra.

Sólo se sostiene a largo plazo aquello que opera a favor del conjunto, del bien común, de la vida… El beneficio inmediato a cualquier precio, humano y medioambiental, además de evidenciar soberana avaricia, revela también palmaria ceguera. Cuanto mayor es el abuso, más pronto se desata la crisis, más acelerada es la degeneración y por lo tanto la muerte. Caen primero quienes más se aprovecharon, pero terminarán por sucumbir todas las corporaciones que no se ajustan a los principios de equilibrio y armonía universales.

Ahora sí, un nuevo mundo. Dejemos de sangrar a la Madre Tierra, dejemos de sangrar al hermano. No pase sin su debido aprendizaje esta grave depresión financiera global, esta profunda crisis no sólo económica, sino también de valores, cultural y vital, esta oportunidad única para por fin empezar a levantar mano con mano, corazón con corazón, una civilización más justa, creativa, elevada, fraterna…

Autor: Koldo Aldai

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