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México comprimido por desidia o ceguera

Los bancos con operaciones globales reportaron esta semana las utilidades obtenidas durante el segundo trimestre de 2010. Citigroup, gigante financiero estadounidense, da a conocer su filial local, Banamex, ganó 408 millones de dólares; 15% de las utilidades globales. Por su parte, Bancomer, filial mexicana del conglomerado BBVA, reportó ganancias por 798 millones de euros, casi […]

6 agosto 2010
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Los bancos con operaciones globales reportaron esta semana las utilidades obtenidas durante el segundo trimestre de 2010. Citigroup, gigante financiero estadounidense, da a conocer su filial local, Banamex, ganó 408 millones de dólares; 15% de las utilidades globales.

Por su parte, Bancomer, filial mexicana del conglomerado BBVA, reportó ganancias por 798 millones de euros, casi la tercera parte de las ganancias globales. BBVA presume que gracias a este comportamiento trimestral «se afianza como uno de los bancos más sólidos y solventes de Europa». Estemos orgullosos: el dinero de los mexicanos contribuyó a fortalecer las operaciones que benefician a países con un ingreso promedio per cápita en promedio 6 veces superior al nuestro.

La noticia es actual, pero no es nueva. Resulta ya legendaria la enorme generosidad que tienen las filiales mexicanas de los bancos internacionales con sus accionistas en sus respectivas casas matrices.

Con interesante oportunidad, el gobierno mexicano anuncia triunfante la creación del “Consejo de Estabilidad del Sistema Financiero”. Omite decir que no es una iniciativa propia. Se celebra la medida que, dicen, podrá ejercer más y mejor supervisión de las operaciones que con gran creatividad saben realizar los administradores bancarios para generar ganancias. Anticipándose siempre a los burócratas de los órganos de regulación, las estrategias de los banqueros han sido tanto más eficaces para la privatización de las ganancias cuanto mayor ha sido la omisión supervisora de la autoridad.

Prácticamente desde el proceso de reprivatización bancaria a finales de la década pasada, la participación de los servicios financieros, su tajada del Producto Interno Bruto, ha aumentado consistentemente en detrimento del sector productivo. Parece incongruente porque la dinámica de la actividad crediticia ha disminuido en términos reales desde entonces. Hemos pagado cada vez más por servicios que contribuyen a contraer la capacidad de crecimiento económico.

Porque la banca provocó el grave desequilibrio que se hizo evidente a toda la población mundial, el G20 acordó permitir a sus fieles países miembros crear un mecanismo para regularla. ¿Qué clase de crisis global hace falta para instrumentar mecanismos de control para otros sectores que impunemente extraen la riqueza de las naciones? Resulta muy difícil estimar los costos de oportunidades perdidas, costos humanos y sociales que provoca la concentración de recursos hacia la banca foránea. El indicador de la participación relativa en el PIB, es burdo y limitado, pero sirve para encender una señal de alerta.

La concentración de la riqueza nacional hacia el sector de las telecomunicaciones debería ser un poderoso llamado de atención. Nos han entretenido con noticias superficiales como el nombramiento de la titular de la Comisión de Telecomunicaciones. Está en juego la libertad de elección que tenemos los habitantes de este país para elegir y optar por no sólo por contenidos, sino también por los medios.

En la década de los 80, Corea del Sur apostó al desarrollo industrial sujeto a su capacidad de generar su propia tecnología. Evitó el uso de tecnología importada para impulsar su industria automotriz y de electrónica. Teniendo al inicio de esta estrategia un PIB por persona de menos de la mitad del de los mexicanos, hoy produce más del doble que nosotros, por habitante.

La India da a conocer esta semana el lanzamiento al mercado mundial de su computadora personal, en formato “tableta”, al 3% del precio al que se vende su famoso competidor internacional “i-pad”, operable con software libre y con alta conectividad. No es casualidad, la India ha apostado desde hace una década a la economía del conocimiento.

El gobierno mexicano, por su parte, celebró el convenio de exclusividad que firmó el sexenio pasado con el gigante Microsoft. La sumisión se evidencia en incongruencia de la ley de adquisiciones del gobierno federal, copiada por casi todos los gobiernos estatales y municipales. Se establece como condición de compra la de presentar al menos tres cotizaciones pero limita a los concursantes a usar un solo software para inscribir sus ofertas: el Internet Explorer de Microsoft. El mismo que todas las dependencias del gobierno federal obligan a usar para sus operaciones electrónicas, incluyendo el pago de impuestos. El mismo que, junto con todo el software y equipos computacionales se instala en el sistema educativo nacional. Quedamos excluidos de los ricos circuitos del conocimiento que ofrecen los sistemas libres.

Similarmente, secuestrando nuestra soberanía alimentaria, nos vendieron la idea de una precaria seguridad alimentaria, sujeta a las condiciones que imponen la industria químico-farmacéutica mundial y los sistemas productivos y comerciales de los consorcios internacionales que controlan los alimentos.

Nos ataron a los controladores monopólicos de marcas, patentes y tecnologías. Ahora pagamos regalías y altos precios por la tecnología habiendo podido estar libres de la abyecta sujeción. Lo dejamos pasar, por desidia o ceguera. Si algo queremos conmemorar en el bicentenario, habrá que romper las ataduras que mantienen enana a nuestra economía y limitada la creatividad.

Por José Luis Gutiérrez Lozano
josgutie@hotmail.com

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