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Cambiar el sistema o cavar un búnker

Abogar por cambios profundos en la política y economía mundiales no es nada nuevo. Lo hacía recientemente alguien tan poco sospechoso de activista como Antonio Guterres. Pero ¿es ese el camino a seguir?

4 Outubro 2023

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Un artículo de Daniel Rabanaque para economíasolidaria.org (CC by-nc-sa).

Hace apenas unos días, Antonio Guterres, actual secretario general de la Organización de Naciones Unidas, se dirigía a la Asamblea General dentro del Diálogo de Alto nivel para la Financiación del Desarrollo. Sus palabras eran claras: “por primera vez en décadas, constatamos un retroceso en la reducción de la pobreza y el hambre”, “los acuerdos en materia de ayuda pública al desarrollo y de financiación de la acción climática no están siendo respetados”, “las medidas tomadas de buena fe no son suficientes”. Y finalizaba con una fuerte afirmación: “está claro que los problemas sistémicos de financiación para el desarrollo sostenible requieren una solución sistémica: la reforma de la arquitectura financiera global”

Como recogía El Independiente pocas semanas antes, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés) coincidía con este diagnóstico defendido por Guterres. En un documento que pasa examen a los Acuerdos de París con la vista puesta en la COP28 que se celebrará en Dubai, se concluía en que los objetivos de estos acuerdos no podrán alcanzarse. “Se necesita mucha más ambición en la acción y apoyo de medidas nacionales de mitigación, y fijar objetivos más ambiciosos para aprovechar las oportunidades existentes y emergentes en todos los contextos”, subrayaba el informe, que en su punto 56 aclara: “se necesita un enfoque sistemático para cambiar los flujos financieros a fin de apoyar una acción climática eficaz a la escala y velocidad requeridas. La escala de inversiones requeridas para lograr los objetivos del Acuerdo de París resalta la necesidad de transformar el sistema financiero y sus estructuras y procesos, así como maximizar la efectividad de las iniciativas cooperativas internacionales sobre financiamiento climático“.

En palabras de Thomas Tayler recogidas en el mismo artículo, el jefe de Financiación Climática de Aviva denunciaba en la presentación del informe que “mucho dinero sigue siendo destinado a cosas que agravan el problema”. No son novedades, como señala el texto citado, pero coincide con Laurence Tubiana, CEO de la European Climate Foundation: “Es el momento de la verdad. Si todo el mundo habla en serio, obtendremos resultados más sólidos en la COP. Si no, será un momento en el que la sociedad tendrá que dirigirse a los gobiernos y decirlo claramente: todos nos están fallando”.

Excurso: nos están fallando

Hace ya algunos años, por 2005 y en los mismos cuarteles centrales de Naciones Unidas, una Patti Smith acompañada de Philip Glass ya lo decía: hemos cedido a otros nuestros derechos y cargas, y no lo han hecho bien. El movimiento “Youth for climate” lleva ya casi cinco años denunciando la falta de ambición y la tibieza, cuando no las zancadillas dignas de expulsión directa, de las instituciones y personas electas a la hora de actuar contra el cambio climático y otras tragedias más o menos cercanas. “La política ha ignorado innumerables protestas, ocupaciones e incluso una huelga de hambre de 60 días el verano pasado. Si logramos juntos 25.000 firmas, estarán obligados -por ley- a escuchar y discutir esto”, sostienen en su última campaña “In My Name”, sostenida con Greenpeace y Extinction Rebellion. Es una apuesta por el cambio sistémico desde dentro, la confianza en que las reglas se han hecho para ser respetadas: es sin duda una fe digna y encomiable. También con un punto naïf del que son muy conscientes.

Un infierno de puertas abiertas

Guterres situaba recientemente a la humanidad a las puertas del infierno. Y las puertas se encuentran abiertas. Lo señalaba Sara García Martín en un reciente artículo en Valor Social: con un panorama desolador, la ONU está llamando a un cambio de rumbo en citas tan importantes como la apertura de la Asamblea General del pasdo 19 de septiembre. Según palabras del secretario general, las instituciones que deberían aportar soluciones están en camino de convertirse en parte del problema. Los datos que se esgrimen hablan de un estancamiento en la consecución de los ODS que comienza a tener la misma apariencia que los Objetivos del Milenio: pequeñas mejoras pero fracaso general.

«Sólo el 15 por ciento de los objetivos van por buen camino y muchos van en sentido contrario«, en palabras de António Guterres. El último Informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, publicado el pasado mes de julio, mostraba datos contundentes: los avances para más del 50 % de las metas de los ODS son endebles e insuficientes, y el 30 % están estancados o han retrocedido, según leemos en el citado artículo de Valor Social. El texto sitúa también estas críticas al sistema financiero en su debido contexto: entender las finanzas como captadoras de recursos para el cumplimiento de objetivos globales, una postura muy ONU, no es suficiente si no se afronta el propio comportamiento de las entidades financieras. Esto se parece sospechosamente a otra de esas “falsas soluciones” con pátina de panacea.

Búnkeres en los arrabales del averno

Por más que la embarrada política del Estado español acuñe términos como “dictadura activista”, el riesgo de colapso social y ambiental a escala planetaria no solo es palpable sino que lleva varios años influenciando decisiones económicas importantes. El Banco Mundial compartía hace apenas unos días un artículo titulado “En los países más pobres se está gestando una tragedia”, según recoge José Yorg en rebelion.org. El debilitamiento de los Estados en favor del ultraliberalismo es solo parte de la estrategia. Lo sitúa muy bien Juan Manuel Vera en una interesante entrevista publicada en el número 158 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global (se viene una cita larga):

Wikimedia

“El desmantelamiento parcial de las políticas sociales en los países occidentales ha permitido que se desplieguen los peores efectos de un capitalismo sin control. […] El éxito de la ofensiva de las ideas liberistas ha representado un sistemático proyecto socialmente reaccionario, cuyos efectos prácticos han socavado fuertemente […] algunos de los aspectos más importantes de la ciudadanía social. El nuevo espíritu del capitalismo […] ha vinculado su reorganización y expansión con la degradación de la situación social de la mayoría de la población.

El neoliberalismo ha destruido gran parte de la legitimidad del viejo sistema sin aportar realmente una legitimación alternativa. La expansión de comportamientos que trasladan en todos los ámbitos reglas basadas en la competencia individual y la gestión empresarial, hasta constituir una lógica social y una subjetividad propia, apunta a una nueva e inestable creación histórica del capitalismo. El deterioro de la ciudadanía social ha facilitado a las élites económicas reforzar su grado de control e influencia sobre los gobiernos y las agendas públicas. Esa posición reforzada ha sido utilizada, además, para obstruir el desarrollo de las instituciones supranacionales imprescindibles para someter a control el nuevo impulso tecnoeconómico.

Este poder social no está determinado por ciegas fuerzas anónimas. El mundo global está gobernado por oligarquías políticas y económicas profundamente entrelazadas. El capitalismo neoliberal sigue fomentando el consumismo, pero también la precarización de las relaciones laborales y el deterioro de la protección social y de los servicios públicos. Todo ello ha producido una crisis de la ciudadanía que nos encamina a una sociedad del malestar, cada vez más ajena al proyecto de una sociedad democrática.” Fin de la cita.

Las reglas basadas en la competencia individual y la gestión empresarial que denuncia Vera nos llevan hasta esos búnkeres que indicábamos en el título para situar los extremos de la situación. No se trata de ninguna ficción postapocalíptica: la gente de pasta, la de pasta de verdad, invierte y sugiere invertir en espacios con grandes medidas de seguridad y aislamiento, fuerzas mercenarias que los defiendan y recursos para una subsistenica prolongada: búnkeres en definitiva, construidos en los arrabales de nuestro infierno de puertas abiertas maquillado de parque temático. En Nueva Zelanda o la Patagonia argentina saben algo de esta solución cuyo origen la genealogía del miedo puede remontar sin dificultad hasta el terror nuclear de los años cincuenta como poco. Desde luego, si no se quiere, no se sabe o no se confía en la posibilidad de cambiar el sistema, la jaula de oro cerrada por dentro puede aparecer como un camino viable.

Douglas Rushkoff situaba los límites de la cuestión y de esta mentalidad escapista de cuño Silicon Valley en un bien difundido artículo dominical publicado por The Guardian: ¿cómo mantener la autoridad sobre la fuerza de seguridad necesaria para defenderse? La respuesta, como no puede ser otra, pasa por la colaboración, los vínculos, la comunidad… cuestiones tan defendidas por la Economía Solidaria…

Lo que nos trae de nuevo, final de viaje, hasta este nuestro entorno de actividad diaria que agrupa valores sociales y prácticas de organización, cuidado de personas y del planeta, preocupación por lo de una y lo de todas. Cambiar el sistema o cavar un búnker se parece a un dilema entre extremos bastante imposible de resolver en la práctica, aunque sí desde cualquier terreno especulativo con diferentes dosis de ideología, información y canguelo. En un espacio mucho más cercano, la Economía Solidaria viene ofreciendo pistas de otras respuestas posibles para esta y otras paradojas contemporáneas, y acompañando caminos que llevan a futuros posibles, realizables o realizados y mucho menos aterradores que el armaggedon final. No tenemos las soluciones, a veces tenemos solo el impulso crítico, la sospecha de luz, las ganas de cartografiar la red de caravanserai donde olvidar, por un instante, la sed. No las tenemos, esas soluciones totales. Pero tampoco perdemos el tiempo haciendo grandes gestos en las tribunas del gatopardo o paleando en solitario, profundizando la zanja del miedo, apostando contra ti, contra nosotras.

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