Consumo Responsable

“Las comunidades energéticas hablan de cooperación, justicia y humanidad”

La Unión Europea abre la puerta a los proyectos de autoconsumo compartido, liderando así la transición energética de forma democrática y con beneficios para el medioambiente y para las personas. Una iniciativa en desarrollo en continua evolución, de la que ya hay ejemplos gallegos que demuestran su eficacia. Un artículo de Sara Martínez López para la sección de Consumo de El Salto Diario

15 September 2024

Buscador de noticias

  • Filtra por temática

  • Filtra por etiqueta (Ctrl+clic)

  • Filtra por tipo de contenido

  • Filtra por tipo de recurso

  • Orden de los resultados

Proyecto 'Mar e Luz' llevado a cabo por la Asociación Arousa en Transición

Las temperaturas no paran de subir a nivel global en todo el planeta Tierra, los fenómenos metereológicos extremos vienen para quedarse, miles de especies están en peligro de extinción, los recursos naturales imprescindibles para la vida como el agua son cada vez más escasos en muchas zonas, y cada mes es más complicado pagar la factura de la luz. Según datos recogidos por Greenpeace España, las principales compañías energéticas del Estado español alcanzaron “un beneficio conjunto neto de 10.466 millones de euros el pasado año, a pesar de saber desde hace décadas que su actividad es la principal causa del cambio climático”.

Frente a la necesidad moderna de acceso constante a la energía, parece complicado cambiar la situación. Arousa en Transición, la comunidad de montes de Tameiga o Buchabade son tres proyectos de autoconsumo comunitario que desde hace años demuestran en Galiza que, unidas, se puede transformar el modelo energético para el beneficio colectivo.

La energía en manos de las personas como herramienta de transformación

“El 90% de la energía está en manos de cinco grandes empresas. Hay que cambiar esto para que la transición energética sea realmente justa y democrática, introduciendo nuevos actores”, afirma Raquel Fernández, socia de Amigas da Terra. Desde hace unos años, la normativa de la Unión Europea permite la existencia de las llamadas Comunidades Energéticas, una iniciativa, aún en desarrollo, que hace posible la figura de las ‘prosumidoras’. “Se trata de una gestión comunal de los recursos, otra forma de consumir, producir e incluso de relacionarse fuera del sistema capitalista”, continúa Cristóbal López, portavoz de Ecoloxistas en Acción.

La Asociación Arousa en Transición es una de las iniciativas más avanzadas en Galiza. Su proyecto piloto ‘Mar e Luz’ cuenta con paneles de autoconsumo compartido, una estación de carga para vehículos eléctricos y el uso de big data para optimizar los usos de la energía, ya que la alfabetización energética mejora la eficiencia en su consumo. Gracias al apoyo del ayuntamiento de Arousa y de las familias que forman la propia asociación, así como la asociación de mariscadoras, tras un largo proceso de cuatro meses, “desde febrero las prosumidoras pudieron comenzar a disponer de los kilovatios de autoconsumo compartido”, explica Ana Millán, Presidenta de Arousa en Transición. “Las comunidades energéticas no somos empresas, somos personas con el objetivo de democratizar el mercado y que todas podamos ser agentes participativos. Son herramientas de transformación”, reivindica.

El concepto ‘energía comunitaria’ es muy amplio. Abarca desde la movilidad, pasando por el reparto de leña de los montes entre las vecinas, hasta la instalación de paneles solares o aerogeneradores comunales. Sin embargo, “la normativa europea no contempla todas las aristas y solo recoge como energía el uso de renovables, dejando fuera a las más de 2.000 comunidades de montes que existen en la comunidad”, apunta Manoel Santos, portavoz de Greenpeace en Galiza.

Es el caso de la comunidad de montes de Tameiga que, como la mayor parte de las comunidades de montes, es una entidad asamblearia que busca el beneficio ambiental, social y económico. Tal y como establece la normativa europea de comunidades energéticas. “Concretamente en Tameiga llevamos ya más de 20 años repartiendo biomasa, por lo que de por sí ya somos una comunidad energética desde hace más de dos décadas”, explica Bruno Dutto, ingeniero en la comunidad de Tameiga. “Es un modelo que funciona y nosotros lo conocemos”.

En esta parroquia de Mos están consiguiendo cambios entre las vecinas, transformando su forma de consumir energía. “Mucha gente cambió su caldera de gasóleo o butano y estamos teniendo unos 150 pedidos de leña de 3m3 al año. Esto ayuda un montón en esta crisis energética”, explica el técnico. Este cambio en la tendencia en el uso de combustibles fósiles en la parroquia disminuyó la huella de carbono de la población local. Con el objetivo de seguir aprovechando todos los recursos energéticos que existen en su territorio, sol y viento, las comuneras de Tameiga se informaron y descubrieron la existencia de las Comunidades Energéticas, algo que les ayudaría a alcanzar la soberanía energética. “Sobre todo con energía fotovoltaica, porque entre todas las renovables, actualmente es la más accesible. Todas tenemos tejado”, explica Bruno Dutto.

“Las comunidades energéticas se parecen a las comunidades de montes pero las comunidades de montes no podemos ser comunidades energéticas. Por el momento”, Bruno Dutto

En el Estado español se contemplan dos tipos de propiedad: la pública y la privada. Las comunidades de montes, una figura que existe desde hace décadas en Galiza, son de propiedad vecinal. Una mezcla que escapa de las normativas estatales y, en este caso, también de las europeas. “En Tameiga estuvimos dos años, entre 2021 y 2023, luchando para convertir las comunidades de montes en energéticas, hablando con el INEGA y el IDAE y explicándoles la casuística porque no tenemos acceso a las ayudas por carecer de personalidad jurídica”, explica el ingeniero Bruno Dutto. “Tenemos que pagar impuestos como las empresas, pero nos dejan fuera de las ayudas”, denuncia.

Un año después de la última alegación a la normativa, en Tameiga siguen sin respuesta por parte de las administraciones. Ha sido gracias a conocer a una cooperativa, ECOOO, que decidieron optar por otra estrategia y poder avanzar en su proyecto de soberanía energética vecinal. “La solución que encontramos por el momento es hacer autoconsumo colectivo, es decir, el puro reparto de la energía desde la instalación hasta las casas”, explica el técnico de la comunidad de Tameiga. En 2016 recuperaron con sentencia firme 40 hectáreas que eran un monte comunal, hoy convertido en polígono industrial. “Estamos reutilizando 20 naves para cubrirlas con paneles y repartir esa energía entre los comuneros. En unos meses esperamos tener conectada la primera instalación a la red”, concluye.

La comunidad energética de Buchabade nace también de una comunidad de montes que, para evitar la instalación de una macroeólica en sus montes, asistieron a una formación y descubrieron la existencia de las comunidades energéticas. A diferencia del caso anterior, deciden crear una cooperativa para, de este modo, poder ser consideradas comunidad energética y recibir las ayudas. “Pensamos que sería una vía más posibilista, práctica y funcional que las compañeras de Tameiga”, afirma Fernando Malvar, presidente de la comunidad energética de Buchabade. Dos años después ni el Instituto Energético de Galiza (INEGA) ni el Instituto para la diversificación y ahorro de la energía (IDAE) consideraron este proyecto entre los beneficiarios de las subvenciones. “Es decepcionante. Cumplimos todos los requisitos y aún así no conseguimos ninguna ayuda”, denuncia.

Actualmente, gracias a los fondos de los 76 comuneros, están ya en el proceso de licitación de la obra de instalación de los paneles solares en el propio monte comunal del lugar. “Tenemos que hacer lo que podemos con lo que tenemos y tirar para delante”, concluye Malvar.

La Plataforma por la Defensa del Monte, con la ayuda del CISPAC y de los grupos de investigación Histagra y Uxafores de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) y de la Universidad Pablo de Olavide, el Ayuntamiento de Rianxo y Fundaciones como Montescola o RIA está impulsando un proyecto que en los próximos meses tendrá como resultado la creación de una nueva comunidad energética en Rianxo. “Por el momento estamos haciendo una evaluación de la sostenibilidad del proyecto, trabajando con las comunidades de montes. El objetivo final es ayudar a la comunidad de montes de Rianxo a crear su propia comunidad energética y que dentro de año y medio puedan desarrollarla ellos”, explica David Fontán, investigador del Histagra.

“En Galiza hace falta animar y subrayar el papel que deberían tener las comunidades de montes. Tenemos las condiciones perfectas para ser referentes en las comunidades energéticas, y además ya hay una tradición de autoconsumo en nuestro rural. La Xunta debería promover esto, pero aún no creen en estos proyectos”, concluye Fernando Malvar.

“La Xunta de Galicia no aporta ayudas suficientes”, Raquel Fernández

Desde Amigas da Terra advierten de la falta de apoyo por parte de la administración gallega a los pequeños proyectos que empiezan a surgir a lo largo de la comunidad gallega. “Las ayudas del INEGA dependen de la industria y los fondos casi siempre van a los polígonos. En general todas estas subvenciones son pequeñas y liosas: inútiles”, denuncia Raquel Fernández, socia de esta organización medioambiental. “Y a esto hay que sumarle las trabas de las distribuidoras y las dificultades económicas que tiene siempre empezar de cero un proyecto”, añade.

En el caso de la Asociación Arousa en Transición, si el proyecto salió adelante fue gracias a las estructuras de la economía social, como cooperativas y banca ética. “Al final son las personas las que tejen tejido social y comunitario y crean proyectos como este, frente a los procesos lentos por parte de la administración”, afirma la presidenta de la asociación. En la misma línea, desde la comunidad de Buchabade Fernando Malvar califica de greenwashing la política europea: “En la UE quieren quedar bien pero si de verdad quieren impulsar este tipo de proyectos hacen falta más fondos. Y más accesibles”.

“Cuanto más pequeña es la iniciativa, más problemas encuentran a nivel financiero”, asegura Raquel López desde Amigas da Terra. Y es que, al no estar aún cerrada la definición de las comunidades energéticas por parte de la Unión Europea ni, por lo tanto, en la normativa del Estado español, las propias empresas que forman el oligopolio energético pueden acceder a las ayudas y crear sus propias ‘comunidades energéticas’. De esta forma, empresas como Repsol o Naturgy, principalmente, mantienen su soberanía en el mercado de la energía, alejándose de la razón de ser de la figura de las comunidades energéticas. “Estamos en un momento en el que hay que decir las cosas claras. El cambio climático ya está aquí. Pero seguimos viendo mucho greenwashing y pocos proyectos reales. Es una vergüenza, se están lucrando a nuestra costa”, denuncia la presidenta de Arousa en Transición. “Cada vez somos más las que tiramos para delante con estos proyectos. Las instituciones tienen que ponerse a nuestra altura”, añade. “Tenemos las herramientas, ahora queda impulsar estos proyectos”, concuerda Manoel Santos, portavoz de Greenpeace en Galiza.

No obstante, el difícil acceso a las ayudas no es el único problema al que deben hacer frente las vecinas que se unen para crear comunidades energéticas. Las organizaciones medioambientales Greenpeace, Amigas da Terra y Ecoloxistas en Acción denuncian las malas prácticas de las grandes empresas del oligopolio energético, quienes intentan hacer las normas para seguir aumentando sus beneficios. “Las eléctricas, especialmente Naturgy, pueden permitirse el lujo de retrasar años el volcado a la red de la energía comunal, poner mil trabas, o exigir su uso como almacenamiento pagando una quinta parte y dificultando mucho la rentabilidad de los paneles solares comunitarios”, denuncia Cristóbal López, portavoz de Ecoloxistas en Acción. Un tira y afloja constante que, en palabras del ingeniero de la comunidad de Tameiga, “no es un juego nada divertido”.

Desde la comunidad de Tameiga reclaman una mayor transparencia por parte de las empresas que, como Fenosa, no comparten información esencial a la hora de hacer una instalación. “Nadie te explica cómo hacerlo, pero pasados 15 días responden que lo hiciste mal o que necesitan más información y si en 20 días no lo resuelves, tienes que empezar de nuevo toda la solicitud”, explica el técnico. Una ralentización de los tiempos que estas comunidades sufren en cada etapa del proceso cuando toca hablar con las distribuidoras, como Fenosa, o comercializadoras, como Naturgy. “La cooperativa ECOOO nos ayudó mucho a dar luz, ya que tenían experiencia en estas trabas de las grandes empresas. Las distribuidoras son el gran culo de botella que hay realmente. Piden cosas que no tienen sentido como que subas al tejado a sacar fotos de los números de serie que ellas mismas instalaron”, añade. Bruno Dutto también recalca la importancia de denunciar esta situación, y hacer que llegue a los despachos en los que se toman las decisiones. “Por suerte tanto la propia Ministra Teresa Ribera, como todo su grupo, escucharon nuestras peticiones, y ahora las empresas del oligopolio tienen la obligación por ley de responder en un máximo de tres meses, y no en los diez que habían tardado con nosotros”, agradece.

Pese a que esta relación con las distribuidoras de energía suele ser complicada, no siempre pasa. En este sentido, en la comunidad de Buchabade se sienten agradecidas. “Es una suerte contar con una pequeña distribuidora local en Ponte Caldelas. Nos apoyaron en todo momento y nos dieron muchas facilidades a la hora de conectarnos a la red”, asegura el presidente de la comunidad, Fernando Malvar.

El nuevo modelo desmasculiniza la energía

Las Comunidades Energéticas son mucho más que una forma de generar o distribuir energía. Todas ellas llevan a cabo labores de alfabetización para disminuir el consumo y hacer partícipe a las vecinas de las decisiones que les afectan. “El mundo de la energía da miedo, nadie entiende. Por eso es tan importante esta labor por parte de las propias comunidades”, asegura Raquel Fernández desde Amigas da Terra, una organización medioambiental que lleva a cabo varios proyectos tanto a nivel estatal como gallego para ayudar en esta tarea de divulgación. “Estas comunidades son una nueva forma de entender la energía. Un modelo que pone en el centro la alfabetización, la participación ciudadana y la inclusión”, añade. “Queremos reducir el riesgo de vulnerabilidad a la pobreza energética. Las comunidades energéticas hablan de cooperación, justicia y humanidad”, corrobora Ana Millán desde Arousa en Transición.

Desde Amigas da Terra aseguran que las comunidades energéticas permiten también tratar el género y las desigualdades, ya que, salvo las asociaciones de mujeres rurales, estos espacios dedicados a la energía son predominantemente masculinos. “Y muchos hombres realmente no saben más que las mujeres sobre mercado eléctrico, simplemente están más empoderados desde siempre y no les da tanto miedo hablar y tomar decisiones”, afirma la socia Raquel López. En las jornadas formativas impulsadas por esta organización son muchas las mujeres que se anotan, al ser un espacio seguro y cómodo en el que realmente aprenden a aportar. “Hay proyectos impulsados por mujeres con otras miradas que desembocan en comunidades energéticas. La pobreza energética afecta más a las mujeres y es importante que se formen en esta gestión de la energía. Esto favorece también su inclusión en la comunidad”, añade.

Ejemplo de estas comunidades es la junta directiva de la Asociación Arousa en Transición, donde de un total de siete personas, cinco son mujeres. Ana Millán, la presidenta, destaca la participación de las mujeres en la asociación pero, aún así, afirma que “cuando damos charlas sí son mayoría hombres. Es un mundo muy masculinizado. Existe un sesgo de género pero los tiempos van cambiando y cada vez entramos más para transformarlo todo. Es de justicia!”

Related Posts

----