Feminismos

De qué hablamos cuando hablamos de cuidados

En los últimos años, muchas feministas, apoyadas en las propuestas de activistas y teóricas como Amaia Pérez Orozco, Yayo Herrero, Silvia Federici y otras, proponemos una política que ponga en el centro la sostenibilidad de la vida y el reparto de las tareas de cuidados necesarias para que esta salga adelante: con los hombres, las […]

5 August 2019
Fuente:ARAINFO

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En los últimos años, muchas feministas, apoyadas en las propuestas de activistas y teóricas como Amaia Pérez Orozco, Yayo Herrero, Silvia Federici y otras, proponemos una política que ponga en el centro la sostenibilidad de la vida y el reparto de las tareas de cuidados necesarias para que esta salga adelante: con los hombres, las empresas y el Estado. Ponemos el acento en la relación de dependencia que el mercado de trabajo productivo mantiene con todos los trabajos reproductivos -o de cuidados- que se encuentran fuera del mercado y son los que finalmente están ajustando el ciclo económico.

Estamos hablando de economía, y apostamos por una economía alternativa que desplace a los mercados financieros como eje de análisis y de intervención política, y se centre en los procesos de sostenibilidad de la vida, en el bienestar de la población y en la riqueza que genera ese bienestar. También estamos hablando de trabajo, de la necesidad de visibilizar los trabajos ocultos, desvalorizados y sin embargo imprescindibles que atienden a la reproducción de la vida, de que el reparto de las tareas de cuidados sea una prioridad política; y estamos también pensando alternativas al capitalismo invitándonos a todxs a imaginar una organización del trabajo que responda a las necesidades de la vida y no a las necesidades del proceso de acumulación, ese proceso de acumulación de los mercados capitalistas que ataca a la misma vida.

Hablamos también de lucha de clases ya que son las mujeres más precarizadas las que llevan a cabo muchos de estos trabajos invisibles e infrapagados. De racismo, ya que son en muchas ocasiones personas migrantes o racializadas quienes los ejecutan. Y de género y de división sexual del trabajo, ya que somos las mujeres, en general, las que realizamos gratis una buena parte de estos trabajos, históricamente asociados a la feminidad.

Por eso, desde espacios como los ayuntamientos del cambio se extendió el concepto de ciudades cuidadoras que implementan medidas que sostienen las vidas de sus habitantes: en relación con el apoyo a la dependencia por medio de un servicio de atención a domicilio pagado dignamente, la prevención de la soledad no deseada, la lucha contra la pobreza infantil, la atención a la calidad del aire promoviendo la peatonalización y el uso de la bici, la alimentación saludable apoyando la huerta local, el derecho a una ciudad cercana, con pequeño comercio, bancos, parques, espacios de encuentro y bien iluminada por la noche; que construye vivienda pública, porque la vivienda es un derecho y no un negocio, que facilita espacios ciudadanos de gestión comunitaria, que preserva la memoria y la cultura popular… por poner sólo algunos ejemplos de iniciativas que cuidan de las vidas de la gente.

En algún momento se produce un deslizamiento de este concepto de cuidados que viene de la economia feminista, del ecofeminismo… al interior de las organizaciones y colectivos. La interna tiene que ser cuidada si no quiere acabar como el rosario de la aurora, y esto ha dado lugar a diferentes prácticas e interpretaciones más o menos afortunadas. Es un proceso positivo siempre y cuando recordemos el origen de toda esta conceptualización de los cuidados.

Cuidar el interior de los espacios políticos que habitamos tiene que ver con hacernos conscientes de que, igual que los trabajos reproductivos sostienen la organización del trabajo capitalista, esos mismos trabajos están sosteniendo también la organización del trabajo político y siguen siendo invisibles en muchas ocasiones. El modelo de militante o representante público/a que siempre está disponible y conoce todos los temas necesita una gran cantidad de trabajo oculto que lo sostenga material, afectiva e informacionalmente, y expulsa de la política a otros perfiles que tienen que combinar su activismo con sus obligaciones laborales y de cuidados.

De esta manera, llevar los cuidados al interior de las organizaciones ha significado también una apuesta por el trabajo en equipo, por la reflexión compartida y el análisis colectivo, por la facilitación en reuniones y asambleas, atención a espacios infantiles y a horarios razonables, recursos telemáticos para decidir, votar, etc.

Cuestiones que tienen que ver con democratizar las organizaciones, promover la participación y la transparencia en la toma de decisiones, y que han sido impulsadas, una vez más, por las feministas presentes en los diferentes lugares. Tiene que ver, en suma, con hacerse cargo de la importancia de la propia reproducción de la organización*, reproducción que ha de ser compartida por todos, reconocida y redistribuida para que sea una potencia, con el objetivo de que nuestras organizaciones y espacios políticos florezcan en estos tiempos duros y no se conviertan en eriales del ya tristemente conocido por todxs “a ver quién puede más”.

Tiene que ver con todo lo que analiza Yayo Herrero en este reciente artículo imprescindible: “reivindicar la honestidad, la lealtad, el diálogo, la escucha de verdad, la construcción colectiva y el amor político –amor por la vida y por la gente– como valores básicos para construir un movimiento fuerte y potente”.

* Gracias a Elena Pilcher por este acertado concepto.

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