Políticas Públicas

«Vivir en comunidad fomenta el apoyo mutuo y los cuidados frente a la soledad»

Rubén Méndez, secretario técnico del Grupo de Vivienda Cooperativa en REAS RdR, defiende en El Correo de Bizkaia «promover un cambio cultural» para que la vivienda en régimen de cesión de uso coja impulso en Euskadi

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Rubén Méndez cambió su residencia en Getxo por impulsar como socio de la cooperativa Ametxe un inmueble en régimen de cesión de uso en Gordexola. El también secretario técnico del Grupo de Vivienda de REAS Red de Redes acudió a un coloquio sobre vivienda cooperativa celebrado en Bilbao para presentar el proyecto elaborado por el colectivo de arquitectos el Tinglado de Cataluña. «Me genera confianza saber que estoy pagando menos que en un alquiler normal y que no me podrán echar», dice.

– Alquileres, compraventas y ahora viviendas cooperativas en cesión de uso. ¿Qué son?

– Es un modelo residencial en el que la propiedad de una vivienda la tiene una cooperativa y los socios hacemos consumo de ella en comunidad, pero sin ser los dueños. Es el grupo humano el que impulsa y diseña el proyecto según sus necesidades con estancias privadas y comunes. Y como no se puede alquilar ni vender, hay cero especulación.

– ¿Y qué tiene de beneficioso?

– Lo primero, el acceso a la vivienda. No tenemos que pagar a un promotor privado, por lo que nos ahorramos el coste del intermediario. Además, cuando alquilas o compras un piso, los precios pueden subir por la evolución del mercado. Aquí eso no ocurre.

– Explíquese.

– Cuando se inicia un nuevo proyecto de vivienda en cesión de uso, los socios invertimos el 20% del capital. En nuestro caso fueron unos 43.000 euros. El resto lo financió la entidad bancaria, que en este caso es Fiare Banca Ética, y se creó una hipoteca cooperativa. El beneficio de la misma es que los precios no varían. Son fijos. Y lo que hoy supone un ahorro (se pueden llegar a pagar 500 euros frente a los 1.000 del mercado), en un futuro será mucho mayor.

– Pero entonces este modelo limita el acceso a aquellos que no tienen recursos económicos.

– Los proyectos que han salido son de gente que tiene cierta capacidad financiera, sí. Por eso peleamos para que haya más ayudas públicas. Porque si a ese 20% de capital, le añades una subvención, el coste baja muchísimo. En Cataluña, por ejemplo, hay proyectos en los que el capital de entrada se reduce a 5.000-10.000 euros, ya que se cede suelo público.

– Algo complicado en Bizkaia.

– Sí. Pero estos proyectos demuestran que se puede hacer. Y que es un modelo potente. El Gobierno vasco tiene muchos problemas con los alquileres porque hay inquilinos que los destrozan. En estos proyectos nos implicamos todos por el bienestar común, aunque algún día nos podamos ir.

FALTA DE AYUDAS
«Los proyectos residenciales que han salido adelante son de gente con capacidad económica»

– ¿A qué se refiere?

– La vida cambia y uno puede decidir irse a otra residencia. Si esto ocurre, el capital invertido se devuelve y al piso accede otra socia de la cooperativa que deberá volver a desembolsar el capital a precio de coste. Sin variación.

– Si este modelo tiene tanto potencial, ¿por qué no se hace?

– Es complejo. La administración conoce la producción del ladrillo. Y lo hace bien, pero no es suficiente. Hay una parte comunitaria que se ha dejado de lado.

– Pero antes de vivir en comunidad, se creará un grupo afín, ¿no?

– Normalmente se consolida de forma natural. Personas que tienen una misma idea de convivencia y que se juntan para poner en marcha un proyecto. Pero también hay espacios en los que se facilita esa generación de grupo.

– Sumergidos en la cultura de la propiedad, ¿qué lleva a una persona a querer residir en una vivienda cooperativa?

– Sobre todo la vida en comunidad y la libertad. Con la pandemia lo vimos muy claro. Vivimos de forma individualizada. Pensamos que el dinero nos permite todo lo que necesitamos, pero nos hace más vulnerables. En mi caso, estábamos criando a niños pequeños y nos juntamos varias familias con el mismo espíritu.

– E impulsaron su proyecto residencial en Gordexola.

– Sí. Ahorramos muchos recursos económicos. Sólo tenemos dos o tres lavadoras para toda la comunidad. Porque el modelo maximiza la eficiencia energética de la vivienda. Lo que es demoledor es que en un 30% de las viviendas resida una única persona.

– ¿Por qué?

– Construir, en gran medida para una única persona, no sólo es ineficiente, sino que además tendremos graves problemas de soledad y de asistencia social. La comunidad impulsa el apoyo mutuo y los cuidados. Para vivir cómodo te interesa que todos estén bien. Se ve claro en las viviendas de personas mayores.

EFICIENCIA
«¿Es sostenible que una persona sola viva en un piso de 200 metros cuadrados? Yo creo que no»

Tres proyectos activos

– ¿Qué tipo de perfil se involucra en una vivienda así?

– Familias en época de crianza, ‘singles’, ciertos colectivos como el LGTBI, que quieren generar comunidades con códigos de respeto… Pero la gente joven está entrando menos en este modelo.

– ¿Por el precio?

– Bajar el coste inicial con ayudas es clave. Y esforzarnos para que la gente joven vea que son vulnerables a que los echen o les suban los precios de los alquileres. Tenemos que calar este nuevo concepto de cooperativismo en la sociedad. Pero fíjate cómo están las cosas, que incluso la nueva ley de vivienda no menciona ni una sola vez el cooperativismo.

– ¿Qué se puede hacer?

– Generar difusión. Hablar y colaborar con las administraciones públicas para que cedan suelo. Es cierto que existen ayudas, pero son muy incipientes. Hay que moldearlas. Además hay un agravio comparativo porque lo que pagas por la cesión no está desgravado.

– ¿Cuántas viviendas cooperativas hay en Bizkaia ahora?

– En cesión de uso hay tres caseríos (Sopela, Gordexola y Mendata) en los que viven unas 15 unidades convivenciales. Somos pocos, pero demostramos que se puede. Y que hay gente que ha destinado cierto capital a una vivienda que no es suya pudiéndolo hacer en una libre en propiedad.

– Es un poco…

– ¿Contracultura? No vamos a negarlo. Hace falta impulsar un cambio cultural sobre el concepto de la vivienda, sí. Ser conscientes de que cuando rentabilizamos una vivienda estamos generando impactos a nuestros hijos. Y al igual que ha habido un cambio de perspectiva sobre, por ejemplo el tráfico y la velocidad, también debe haberla sobre la vivienda. ¿Es sostenible que una persona viva sola en un piso de 200 metros cuadrados? Yo creo que no.

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