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Empleo solidario…y rentable

Para llegar al lugar donde se fabrica un yogur de gran calidad hay que atravesar un hayedo fabuloso, preludio perfecto a una utopía realizada. En la Garrotxa (Girona), en plena Fageda d’en Jordà, se ubican las instalaciones de una cooperativa que emplea a la mayoría de los discapacitados psíquicos y personas con trastornos mentales severos […]

27 December 2013

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Para llegar al lugar donde se fabrica un yogur de gran calidad hay que atravesar un hayedo fabuloso, preludio perfecto a una utopía realizada. En la Garrotxa (Girona), en plena Fageda d’en Jordà, se ubican las instalaciones de una cooperativa que emplea a la mayoría de los discapacitados psíquicos y personas con trastornos mentales severos de la comarca. Un dato que es el aval de un proyecto social muy importante, pero que muchos de los consumidores de los productos de la marca La Fageda ignoran o ignoraban la primera vez que probaron uno de los deliciosos yogures que produce.

Este desconocimiento no molesta a Cristóbal Colón, el fundador deLa Fageda. Alcontrario: siempre ha huido de que la discapacidad de los trabajadores sirviera como elemento de sensibilización del consumidor. Dice que la clave es que el producto se compre porque es bueno “y punto”. Vende calidad, no caridad –aunque esta práctica, en estos últimos años, ha vuelto con inquietante naturalidad en la sociedad española–. Esta política supone además un baño de autoestima para los empleados, porque la gente consume lo que hacen porque les gusta, no por pena.

La Fageda, un modelo de negocio que se estudia en la Universidad de Harvard, fue fundada en 1982 por Cristóbal Colón, un exsastre de Zaragoza, quien estudió Psicología y, tras trabajar en los psiquiátricos españoles de los años setenta, se dio cuenta de que aquel modelo que condenaba a los enfermos mentales a un encierro de por vida no funcionaba. Colón defendía que el mundo del trabajo es una de las vías más rehabilitadoras, socializadoras y normalizadoras que existen, así que se puso manos a la obra para buscar soluciones fuera de los parámetros imperantes. No le arredró la estadística que dice que las personas con mayores problemas de empleabilidad son las que tienen discapacidad psíquica o trastorno mental grave.

Alto, delgado y de carácter determinado, Colón cuenta que su premisa, hace más de 30 años, fue montar “un proyecto empresarial real, pero cuya única vocación fuese ayudar a esta gente de una forma perdurable”. “Tenía también clarísimo que no iban a ser la mano de obra barata de un tercero”, recalca desde su oficina en Mas Els Casals, la sede social deLa Fageda, con vistas al parque natural de la zona volcánica dela Garrotxa.

Con estos requisitos creó, en 1982, la cooperativa de iniciativa social sin ánimo de lucroLa Fageda, que hoy tiene en nómina a 120 personas con discapacidad. Cada año, produce 55 millones de yogures, flanes, cremas catalanas, helados y, recientemente, mermeladas. En las 15 plácidas hectáreas que comprende Mas Els Casals se lleva a cabo la mayoría de las actividades, tanto asistenciales como productivas, de este proyecto social ya de largo recorrido.

Teixidors, en Terrassa, es otra cooperativa, nacida con unos principios similares. Fundada en 1983, es el resultado del compromiso del matrimonio formado por Marta Ribas, una asistente social especializada en salud mental, y Juan Ruiz, un ingeniero técnico. Como Colón, ambos tenían clarísimo que el trabajo es un factor de normalización decisivo para personas con discapacidad. Sin embargo, para que diera resultados, tenía que ser un trabajo digno y creativo, del que salieran productos de calidad. “Y la ‘laborterapia’ que se implementaba cuando empezamos era para tener ocupación, pero con poca calidad del trabajo…”, recuerda Ruiz.

El textil, que tanta historia tiene en Terrassa, fue la llave para canalizar estas inquietudes. Marta Ribas y Juan Ruiz montaron, desde cero, una empresa textil artesanal. Aprendieron el oficio de tejer, restauraron telares manuales y empezaron a formar para el trabajo a personas con discapacidad mental. Poco a poco, se fue creando un sólido equipo de trabajo y empezaron a fabricar mantas y plaids, fulares, colchas… con lanas ecológicas y otras fibras de primerísima calidad, que hoy se venden en algunas de las mejores tiendas del mundo. Los productos Teixidors dan trabajo a 44 personas –32 de ellas, con, como se prefiere llamarlo en esta empresa, “capacidades diferentes”– que manipulan con suma habilidad los telares de madera en el taller ubicado en una antigua fábrica textil.

Cuando se fundó Teixidors acababa de aprobarse, en 1982, la ley de Integración Social del Minusválido (conocida popularmente como Lismi), una normativa que sirvió para dar visibilidad a los trabajadores discapacitados, con premisas tan básicas como que cotizaran enla Seguridad Social.Estipulaba que para que una empresa se calificara como “centro especial de trabajo” tendría que tener, como mínimo, un 70% de empleados con discapacidad; también incluía la obligación de que las empresas con una plantilla superior a 50 trabajadores contrataran a un número de empleados con discapacidad no inferior al 2%, recibiendo, a cambio, una bonificación del 90% de la cotización enla Seguridad Social.

Hasta la aparición de la Lismi (que ha sido muy poco modificada desde su promulgación), existía un vacío flagrante. “Había personas preparadas para trabajar, pero no se disponía de la regulación ni de los apoyos para poder integrarlos en este mundo”, recalcan desde Amadip.esment. Con base en Mallorca, esta fundación fue en sus inicios el fruto (como ha ocurrido en otros avances importantes en este

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