Economía Solidaria

Economía solidaria no es caridad ni asistencialismo

Segunda incubadora formada en Brasil y con el mayor número de iniciativas en proceso, la Incubadora Tecnológica de Cooperativas Populares de la Universidad Federal de Ceará (UFC) promueve, desde hace doce años, el fortalecimiento de pequeñas iniciativas productivas como forma de corregir las distorsiones sociales y económicas vivenciadas actualmente. A pesar de enfrentar impedimentos para […]

26 October 2008

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Segunda incubadora formada en Brasil y con el mayor número de iniciativas en proceso, la Incubadora Tecnológica de Cooperativas Populares de la Universidad Federal de Ceará (UFC) promueve, desde hace doce años, el fortalecimiento de pequeñas iniciativas productivas como forma de corregir las distorsiones sociales y económicas vivenciadas actualmente.

A pesar de enfrentar impedimentos para competir con empresas de gran porte, el coordinador del proyecto, Osmar de Sá Ponte Júnior, defiende el estímulo a esas iniciativas como forma de promover una economía basada en la producción colectiva y solidaria, en la que todos tienen voz y voto y son tenidos en cuenta.


Adital – ¿Hace cuánto tiempo existe la incubadora y a partir de qué necesidades fue creada?


Osmar de Sá Ponte
– La Incubadora comenzó como un proyecto que surgió en el contexto de la Acción de Ciudadanía y Combate del Hambre, de Betinho. En aquella época, él coordinaba las iniciativas del Coep, que era el Comité de Entidades Públicas de Combate del Hambre por la Vida. Y eran muchas las acciones de solidaridad, pero del tipo más convencional, sobre la base de la donación de alimentos y ropas. La idea avanzó en el sentido de un accionar más propositivo de parte de las entidades públicas, entre las cuales está la UFC, para permitir la generación de trabajo y renta. Se constató que la mayoría de las personas que vivían en esa situación de hambre y pobreza, muchas veces, no habían tenido ni siquiera una única oportunidad de trabajo en toda su vida, sin empleo formal o permanente. Entonces vimos la oportunidad de construir cooperativas populares para que esas personas se organizaran en emprendimientos autogestionados con el apoyo de la universidad. Nuestra incubadora está cumpliendo 12 años, es la segunda de Brasil y la que tiene más emprendimientos incubados, actualmente con 45. La idea inicial era contemplar esas poblaciones excluidas que están en la periferia de las grandes ciudades. Con el tiempo, el proceso se hizo más complejo y el público de las incubadoras pasó a incluir otras formas de desempleo. Actualmente vivimos otro escenario de ampliación de las acciones, principalmente para el campo y los asentamientos.

Adital – ¿Cuáles son los principales desafíos que enfrentan estos emprendimientos?

Osmar- A diferencia de la economía solidaria, las cooperativas tienen un carácter formal, una legislación propia, que dice por ejemplo que sólo pueden estar constituidas con un mínimo de por lo menos 20 personas, lo que dificulta un poco la formación de cooperativas en el contexto actual. La segunda dificultad es la cuestión de la inserción en el mercado. Es necesario producir con calidad, lo cual es una cosa que insistimos mucho. Porque la economía solidaria es una economía, no puede ser destacada sólo por el aspecto social. Los productos tienen que tener calidad, el negocio debe insertarse en el mercado y el resultado ser distribuido en forma solidaria. Enfrentar la economía siendo sujetos del proceso económico. Economía solidaria no es caridad ni asistencialismo. Es una actividad productiva que apunta a la organización colectiva y a la inclusión social a través del trabajo.

Adital – ¿Cuál es el papel de la universidad para permitir que esos emprendimientos se vuelvan una realidad y tengan continuidad?

Osmar – Hasta llegar a la inserción en el mercado, existe un conjunto de actividades que realizamos, que se llama proceso de incubación. Damos asesoramiento permanente a grupos que, sin ese seguimiento, no conseguirían organizarse. Uno de los primeros pasos es reunirse con el grupo, conocer a cada uno. Uno de nuestros criterios es que sea un emprendimiento colectivo, que esté fuera de aquella modalidad de uno que manda y los demás que obedecen. Es necesario que todos sean dueños de la idea, que todos sean responsables del proceso y que todos participen efectivamente en el proyecto. Nuestro foco es la autogestión. Claro que hay otros grupos que funcionan muy bien sin ser autogestión, pero existen otros órganos que pueden dar apoyo. A partir de ahí, al encuadrarse en ese perfil, iniciamos los talleres en función del grupo con el que trabajamos, ellos tienen muchas ganas de resolver cuestiones prácticas y tienen dificultades para acceder a cuestiones teóricas. Después, realizamos un diagnóstico de las potencialidades productivas, definiendo el perfil social, económico y humano del grupo. También realizamos un curso sobre cooperativismo y autogestión, con conocimientos básicos sobre legislación, emprendimientos, etc. Todo esto se hace en forma participativa. Finalmente, partimos hacia la elaboración del estatuto de la cooperativa. Ya tenemos un modelo de estatuto, pero todas las cuestiones centrales y todos los artículos son reconstruidos por el grupo, después de discusiones, participación en una comisión de cooperativas para definir derechos y obligaciones de los cooperados. Por eso es que son ellos los que necesitan elaborarlo. Además, está la cuestión del objeto, lo que la cooperativa va a producir. Esto no puede ser definido por un asesor, por alguien de afuera. Este emprendimiento es de ellos y ellos son los que tienen que definir cuáles son los derechos y deberes de cada uno.

Adital – ¿Qué falta todavía, en el sentido de políticas públicas, para permitir esa inserción de los emprendimientos solidarios?

Osmar – Actualmente estos emprendimientos tienen el cuello de botella, la zona de mayor dificultad, en la comercialización y en la producción con calidad, porque es difícil competir con las grandes iniciativas del mercado. Éstas, por ejemplo, logran divulgar sus productos en medios masivos de comunicación, algo que en el caso de los emprendimientos solidarios, costaría mucho más que la producción. Pienso que los gobiernos podrían privilegiar estas iniciativas solidarias con las compras gubernamentales, siempre obedeciendo a criterios de calidad. La igualdad muchas veces se consigue en el trato de los diferentes, de los que tienen menos oportunidades, en forma diferenciada. También se podría pensar en la constitución de mercados solidarios, para acercar a los potenciales clientes de esos productores. Son formas de garantizar un futuro sustentable a estas iniciativas.

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