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“Hay alternativa al capitalismo: un socialismo de mercado es posible”

Antoni Comín i Oliveres (Barcelona, 1971) es licenciado en Filosofía y Ciencias Políticas, y profesor de Ciencias Sociales en ESADE. Ha sido diputado en el Parlamento de Catalunya por el PSC. Miembro de la Fundación Alfonso Comín y del Centro Cristianismo y Justicia. Su último libro se titula ‘Democracia Económica. Hacia una alternativa al capitalismo’ […]

14 maig 2013

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Antoni Comín i Oliveres (Barcelona, 1971) es licenciado en Filosofía y Ciencias Políticas, y profesor de Ciencias Sociales en ESADE. Ha sido diputado en el Parlamento de Catalunya por el PSC. Miembro de la Fundación Alfonso Comín y del Centro Cristianismo y Justicia. Su último libro se titula ‘Democracia Económica. Hacia una alternativa al capitalismo’

¿Utopía y transformación social van de la mano?

La izquierda, desde que existe, tiene el reto de equilibrar su vocación utópica con la práctica realista. La utopía sin posibilidad de ser realizada no es transformadora. Y la práctica que no tiene algún horizonte utópico tampoco es transformadora. Este es un reto difícil, y de él está muriendo la izquierda. Bien una izquierda que no acierta por utópicamente bienintencionada, como otra que se pasa por malintencionadamente pragmática. En el momento actual, la pregunta sobre si es posible un sistema económico distinto coloca este tema en sus términos exactos, porque, al comienzo de este siglo XXI, la izquierda vive atrapada entre las lecciones que nos ha dado la historia.

¿Qué lecciones nos ha dado la historia moderna?

Una lección clara, que en el siglo XIX explicaron Marx, los socialistas utópicos y las tradiciones personalistas y anarquistas, es que el capitalismo es incompatible con los valores de la Ilustración en los que se concreta la justicia social a lo largo de la modernidad. Una sociedad justa es una sociedad de personas libres, iguales y fraternas. El capitalismo es un gran aborto de la modernidad porque traiciona e imposibilita estos ideales, y la crisis actual nos está demostrando otra vez que no es posible un capitalismo con justicia social. Pero en el siglo XX aprendimos otra lección, que tiene como fecha simbólica 1989, el momento de la caída del muro de Berlín, y es el fracaso de la estatalización completa del sistema económico, prescindiendo del mercado. Esa no es la alternativa a un capitalismo injusto, porque una economía enteramente planificada, centralizada y sin mercado plantea problemas estructurales en economías desarrolladas y complejas: es imposible técnicamente coordinar a los agentes económicos. Pero además el colapso de un sistema económico sin mercado, como fue el de la Unión Soviética y los países del Este, no solo tiene que ver con cuestiones de eficiencia, sino también con problemas de tipo político y moral. Ha quedado manifiesto que la concentración de todo el poder económico en una únicas manos, las de Estado, acaba llevando a la concentración del poder político, cultural e ideológico. La estatalización plena es una puerta abierta al totalitarismo.

¿Por qué razones el capitalismo produce estructuralmente injusticia?

El sistema capitalista es una máquina que produce, al par, riqueza y desigualdad, por la mala distribución de esa riqueza. La propiedad privada de los bienes de producción y del capital financiero tiende a expulsar a una gran parte de la población mundial, produce desigualdades entre las personas que no obedecen al esfuerzo ni al mérito, niega la igualdad de oportunidades, y establece relaciones de dominación y de exclusión social. El poder dentro de la empresa no está repartido ni legitimado democráticamente.

¿Qué concluyen hoy las ciencias sociales?

Por un lado que la democracia se lleva mal con la planificación centralizada, y que la libertad y el pluralismo político requieren pluralismo económico. Por otro que la economía económica financiarizada que tenemos hoy también tiende a la concentración del poder económico en manos de una oligarquía financiera que amenaza a la libertad y a la justicia de la inmensa mayoría.

¿Están de acuerdo en eso pensadores liberales y marxistas?

En las dos últimas décadas, tras la implosión del sistema del Este y la mundialización de la economía, ha sucedido que en la reflexión académica, los más importantes pensadores de filosofía política, liberales igualitarios y marxistas analíticos han llegado a idéntica conclusión: “El capitalismo es incompatible con los ideales de libertad y de justicia”. Citaré a los dos más representativos: John Rawls, representante de un liberalismo igualitario, y Eric Olin Wrigth, entre los marxistas analíticos. Una cita preciosa que ilustra este encuentro, dice: “Solo debemos pensar alternativas al capitalismo que sean compatibles con la naturaleza humana”, es decir que tengan en cuenta las lecciones aprendidas del derecho, la psicología, la antropología y las ciencias sociales.

Pero, ¿estamos ante un callejón sin salida.

No queremos el capitalismo y necesitamos el mercado. Pero puede haber un sistema de mercado no capitalista. Un socialismo de mercado es posible. Son imprescindibles hacia el futuro las dos tradiciones de izquierda, la revolucionaria y la reformista. Porque se puede ir construyendo un sistema nuevo, pero al par hay que insistir en las reformas del sistema actual.

¿Cuáles son las transformaciones necesarias?

Estamos hablando de una Democracia Económica o, si se prefiere, de un Socialismo de los Ciudadanos. Se trata de ir construyendo un sistema socialista de mercado, que mantenga aspectos positivos del capitalismo como son la productividad, la competencia o el libre mercado, y que vaya eliminando la injusticia mediante garantías de acceso a la propiedad del capital, mayor igualdad salarial y democratización de las empresas. Pero, al par, existe el reto de globalizar el Estado del Bienestar, de extender a todo el mundo una política fiscal y laboral globalizadas. Y hay mucho camino por recorrer para alcanzar en todo el mundo la situación de justicia y libertad de que disfrutan los países escandinavos. Retomar el programa reformista keynesiano o socialdemócrata significa, en esta área del mundo donde vivimos, construir la Europa política: no podemos hacer una Europa social sin una Europa federal, con un gobierno y un presidente de esa federación legitimados por elección democrática

¿Y en la práctica diaria y a nuestro alcance?

Nuestro potencial de sustitución es incierto. El crecimiento de un Socialismo de Mercado depende de cada cual de nosotros, de la ciudadanía consciente y activa. Se trata de trabajar por la justicia y utilizar para ello nuestro propio radar para descubrir y potenciar lo que ya existe. Las Cooperativas y Empresas de Economía Social, Solidaria y Alternativa. La Banca Ética, donde los criterios de inversión son sociales y decidimos el uso que se hace de nuestros depósitos. El Consumo Responsable, donde ya se va poniendo en marcha una “etiqueta social” que habla de la calidad, el precio, y el modo y origen justos de producción de los bienes y servicios que adquirimos. Autores muy recomendables de leer son Christian Felber que habla de “una economía del bien común”, o el psicólogo social Wilkinson que ha escrito acerca de la “Desigualdad: un estudio de la infelicidad colectiva”

LAS CLAVES

En las postrimerías del siglo XX, con la implosión del socialismo de planificación centralizada y la confirmación de que el mercado es una institución necesaria para la prosperidad económica, se extendió la idea de que el capitalismo era la única opción razonable para todos y cada uno de los países del planeta. Pero las más acreditadas teorías de la justicia de las últimas décadas permiten confirmar la intuición central del pensamiento socialista desde sus orígenes: el capitalismo no es capaz de satisfacer de manera suficiente los más básicos e innegociables principios de la justicia social, y difícilmente lo será nunca. Han sido varios los intentos de pensar sistemas de mercado alternativos, no capitalistas: sistemas de “socialismo de mercado”, tan eficientes como el capitalismo desde el punto de vista productivo, pero que superen sus injusticias distributivas. Sistemas que intenten hacer compatibles los ideales de libertad, igualdad, democracia, realización humana y sostenibilidad, con el progreso tecnológico, la mejora de la productividad y un nivel de crecimiento económico libremente elegido. La democracia económica es una sólida propuesta concreta en esta dirección.

“Liberales igualitarios y marxistas analíticos coinciden: el capitalismo es incompatible con la libertad y la justicia”

Entrevista de Javier Pagola. Foto: Mikel Saiz

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