Feminismos

¿Puede la Economía Solidaria y los Feminismos (re)imaginar futuros posibles frente al capitalismo digital?

Un artículo de Flora Partenio publicado por Alternativas Económicas

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La digitalización no sólo ha transformado las modalidades laborales cotidianas, sino que también ha reestructurado las relaciones de producción y reproducción social a nivel mundial. En particular, dicha transformación ha exacerbado las desigualdades sociales, de género y raza, afectando las condiciones económicas y laborales de distintos sectores de la población.

Las narrativas del tecnoptimismo o solucionismo tecnológico se hacen sentir con fuerza en los foros económicos globales y en los espacios multilaterales de debate sobre el comercio electrónico. Pero estos actores no solo juegan en el escenario de las dinámicas comerciales, eludiendo normativas anti-monopolio y regulaciones tributarias nacionales. Los CEOs de los gigantes tecnológicos también juegan en la arena política y pueden fabricar autos que funcionan a base de minerales ligeros, mientras apoyan y se benefician de líderes de la ultraderecha que atacan las bases de la democracia y profundizan dinámicas extractivistas, como las generadas en el triángulo del litio1 en Sudamérica.

Pero ¿a qué llamamos capitalismo digital? qué tiene de nuevo? cuál es su vinculación con las plataformas? ¿Cuál es la relación entre transición energética y el capitalismo verde y digital? ¿Por qué se habla de un capitalismo de vigilancia? Entre tanta predicción algorítmica y control ¿es posible pensar en puntos de fuga?

Mapeando la materialidad del poder digital

Para poder ahondar en los principales debates y tendencias que atraviesa la expansión del capitalismo digital, es importante comenzar por trazar algunos rasgos que caracterizan la geopolítica global. El escenario de la llamada post pandemia está marcado por una creciente concentración del poder digital en el mundo. No sólo se trata de muchos datos en pocas manos. También se profundizan las formas apropiación privada de los beneficios generados. La apuesta por una creciente digitalización se encuentra tanto en los planes de recuperación económica de la Unión Europea como en la estrategia de generación de divisas para pagar la deuda externa a través de las dinámicas extractivas en países del Sur global

Solo para destacar algunos datos sobre esta geopolítica digital, encontramos que siete empresas en el mundo son las propietarias de internet, la mayoría ubicada en países del Norte. En el mercado mundial de navegadores, es decir, cómo accedemos a sitios web, el 64,7% lo concentra Google Chrome. En materia de acceso y compra de espacios en la nube, es decir, donde guardamos la información sensible de áreas claves de los gobiernos y de nuestra vida (salud, seguridad, indicadores medioambientales, por nombrar algunos), la empresa Amazon controla el 47,8% de ese espacio.

En materia de impacto ecológico, encontramos que el paradigma digital dominante es insostenible en sus condiciones de funcionamiento actual y en sus planes futuros. Tal como lo expresan los estudios sobre la expansión de las tecnologías de energías renovables, por ejemplo, las basadas en extracción de litio y tierras raras, se advierte una reproducción de las relaciones neocoloniales en términos de sus impactos[2]. A su vez, quien controla los planes de “transición verde”, también se posiciona como actor de peso en el control de extracción de minerales que son claves para dicha transición. Entre los planes futuros, la decisión de iniciar la explotación minera de los fondos marinos en países insulares del Sur global es otra de las propuestas que evidencia sus límites ecológicos. Entre las empresas que pretenden obtener importantes beneficios de esta explotación, se argumenta engañosamente que los minerales de los fondos marinos son necesarios para una transición ecológica mundial desde los combustibles fósiles y que sería menos perjudicial que la terrestre[3].

Esta creciente concentración del poder digital se apoya en lo que llamamos un pacto social que existe entre capitalismo digital y patriarcado, que se sirve del trabajo no remunerado -principalmente feminizado- y de trabajo mal remunerado y precarizado en el mundo (entre ellos, de personas migradas). Son las mujeres -que residen mayoritariamente en el sur global- quienes integran las cadenas de suministros que alimentan esta economía[4], como las trabajadoras en almacenes de despacho de productos y logística; las pequeñas agricultoras que mantienen el suministro de hortalizas a las plataformas de comestibles; las operadoras en los centros de almacenamiento de datos; las trabajadoras remuneradas del hogar en Apps de servicios de cuidado.

Y este panorama se complementa con la expansión de formas atípicas de trabajo mediadas por la tecnología y por fuera de los marcos regulatorios del empleo. La economía de plataformas se ha expandido gracias al capitalismo financiero que las alienta bajo lógicas de inversión de fondos de riesgo o lo que se ha dado en llamar capitalismo aventurero. Pensemos en empresas de plataformas dedicadas al delivery, al transporte de pasajeros y logística, por nombrar algunos ejemplos. Estos modelos de negocios que alientan estas empresas de plataforma se trasladan al mundo del trabajo. Estas modalidades profundizan la división internacional sexual y racial del trabajo y las dinámicas de precariedad.

Durante la pandemia se han llevado adelante debates en varios países para avanzar en una ley específica que regule las tareas operadas bajo estas plataformas. En algunos casos, la discusión ha naufragado frente al lobby de las empresas que se presentan como meras “intermediarias”. En otros casos, se han impulsado leyes para regular el trabajo en aplicaciones y muchas de estas iniciativas han sufrido cambios en sus aspectos más progresistas, o bien, han demostrado sus dificultades de implementación[5].

La expansión de estas modalidades sin marcos protectorios pone en riesgo dos cuestiones sensibles para las organizaciones sindicales y sociales: por un lado, la capacidad colectiva de negociación frente a estos empleadores, es decir, la capacidad de organizar colectivamente a lxs trabajadores. Por otro, la garantía de niveles básicos de protección laboral para todas estas modalidades atípicas y también en los casos de los llamados “falsos autónomos”.

Por sus propias características de funcionamiento, estas plataformas -junto con las dedicadas al sector de reparto, transporte de pasajeros y logística- tienen una “tendencia natural al monopolio”, al tiempo que su expansión se vuelve más eficaz y rentable con los llamados “efectos de red”, ya que su alcance al mayor número de “usuarios” perfecciona los servicios prestados y entrena los algoritmos.

Veamos a continuación un ejemplo donde podremos identificar estas tendencias y que se relaciona con una de las dimensiones claves de la agenda de los feminismos: la organización de los cuidados.

Los cuidados ¿al centro? de las Aplicaciones

El caso de las plataformas digitales que operan en la intermediación de servicios de cuidado y/o de tareas de domésticas remuneradas, se presentan como uno de los ejemplos de captura corporativa del sector de cuidados. Su expansión bajo el formato de aplicaciones que brindan servicios de cuidado para niñes, personas mayores y personas con discapacidad que sean dependientes, ha ganado terreno durante la pandemia, aunque su existencia pueda rastrearse luego de la crisis financiera del 2008-2009 en Norteamérica[6]. De acuerdo con los estudios desarrollados, la expansión de este tipo de plataformas en países del norte como del sur global[7], estuvo caracterizada por una composición altamente feminizada. En la actualidad, dichas plataformas no solo actúan en la intermediación laboral sino también en la oferta de servicios financieros y crediticios para las mujeres. En este escenario nos preguntamos cómo se anudan capitalismo digital y financiariación de la vida? ¿por qué algunas plataformas pueden atar el trabajo con el endeudamiento? ¿Qué aspectos del capitalismo de vigilancia impacta sobre las trabajadoras?

El acceso y uso por parte de las mujeres de estas tecnologías suele ser celebrado como parte de las políticas de “inclusión digital”. Sin embargo, las condiciones en las cuales acceden a la tecnología nos llevan a problematizar el rol que tienen las plataformas digitales en la generación de formas laborales atípicas de empleo que operan en la provisión de servicios de cuidados (por ejemplo, las plataformas que funcionan con Apps y que están presentes en la mayoría de las ciudades del Norte y del Sur-Global). La plataforma aparece como una mera intermediaria y los nombres utilizados para mencionar la tarea de las cuidadoras es el de “colaboradoras” “usuarias de aplicaciones”, “aliadas” pero nunca se habla de trabajadora. No se trata solo de un problema de nomenclatura sino de cómo esta denominación impacta en los derechos laborales y de la seguridad social.

¿Qué otras formas de inclusión generan estas plataformas? Las formas de captura corporativa del sector de cuidados no solo se expresan en el avance de la mercantilización del trabajo doméstico y de cuidados remunerado. Las plataformas también se convierten en proveedoras de servicios financieros y crediticias, a través de la oferta de créditos y la apertura de cuentas bancarias. Tratando de preservar la buena reputación en la aplicación, las cuidadoras entrevistadas comentaban lo afligidas que se encontraban por tratar de devolver con horas de trabajo la suma adeudada a la plataforma: “vivo trabajando para pagar el crédito que saqué”. Esta dinámica de endeudamiento no solo ha sucedido en estas plataformas, también las dedicadas al transporte de pasajeros pueden proveer créditos para la compra del propio vehículo que manejan a diario lxs choferxs.

¿Cómo transformarse en una buena cuidadora?

Entre los aspectos claves que caracterizan estas modalidades atípicas, se debería prestar especial atención a los que forjan dinámicas de desintermediación de las relaciones sociales y «gamificación» del trabajo, a través de sanciones y castigos que refuerzan la vigilancia. Entre ellos se encuentran: alta visibilidad y exposición de sus datos personales en los procesos de selección que realizan las plataformas; la negociación salarial como instancia colectiva se pierde; la formalización laboral es una promesa; la evaluación de desempeño laboral es sustituida por la gestión algorítmica; la validación de las calificaciones laborales se encuentra en manos de sectores privados que garantizan la infraestructura digital de la aplicación y la validación de lo que se considera una “buena cuidadora” y de su “confiabilidad”; la creditación de competencias.

Estos ejemplos, basados en casos de plataformas que operan en Latinoamérica, evidencian la captura corporativa sector de cuidados. Las Asociaciones Público-Privadas, cuyos efectos negativos en materia de inversión en infraestructura y endeudamiento futuro de los Estados ya hemos podido ver en países del sur global, avanzan en los servicios de cuidados, sellando convenios formales entre gobiernos y fundaciones privadas en el campo de la asistencia a personas mayores y personas con discapacidad. En los casos analizados, sus prestaciones monopolizan la base de registros de cuidadores y se arrogan la certificación de servicios de “cuidados de calidad” con términos opacos sobre el futuro cobro de comisiones a medida que el “efecto de red” muestre su crecimiento de usuarios.

En este sentido, el desafío es como avanzamos en una regulación desde las propuestas que garanticen el cuidado como trabajo y como derecho y que estas negociaciones no queden libradas al terreno privado y a las determinaciones de las empresas de plataformas. Entre los puntos de fuga de este capitalismo digital, nos preguntamos si ¿es posible una reapropiación de las plataformas como empresas sociales y solidarias, gestionadas por sus trabajadorxs?

Pistas para tejer confluencias entre la Economía Solidaria y los feminismos

Los feminismos y la economía solidaria vienen construyendo perspectivas analíticas, respuestas y propuestas en un escenario de avance de la digitalización. ¿Qué aprendizajes mutuos pueden compartir los movimientos feministas y de la economía solidaria en el terreno de los derechos digitales?

En uno de sus textos más clásicos de la economía feminista, Cristina Carrasco invitaba a construir una apuesta por otra economía. Entre las experiencias que ya existen desde la Economía Alternativa y Solidaria en el terreno digital encontramos distintas iniciativas, algunas enfocadas en el hacer y otras en el cómo garantizar ese hacer.

Entre las primeras, podemos encontrar cooperativas dedicadas a la provisión de servicios en las plataformas digitales bajo otras relaciones que las preserven de la discriminación y los sesgos algorítmicos. Una de estas iniciativas se sitúa en Brasil: luego de que sus integrantes experimenten situaciones de discriminación en otras plataformas, un grupo de mujeres y personas del colectivo LGBTIQ+ fundan la cooperativa Señoritas Courier para realizar entregas en bicicleta en la ciudad de Sao Paulo. En el andar fueron un paso más allá y buscaron transformar una de las grandes limitaciones a la hora de operar la comunicación con los usuarios y crearon a mediados de 2024 una plataforma propia.

En Sudáfrica, un proyecto impulsado para garantizar los derechos laborales está dirigido por el Centro de Regulación Transformadora del Trabajo (CENTROW) de la Universidad de Western Cape. El proyecto está organizando a 60 trabajadoras domésticas para capacitarlas en liderazgo y alfabetización digital, de modo que la plataforma cooperativa Digital llamada «We Care», que pueda ser gestionada por y para las trabajadoras domésticas.

Entre las cooperativas que garantizan ese hacer, nos parece clave recuperar el rol de aquellas que están apoyando el diseño de nuevas infraestructuras digitales, apostando por marcos protectorios de derechos y por sostener cadenas de valor que enlazan saberes basados en principios cooperativos y solidarios.

Una de esas iniciativas integra REAS Euskadi y se propone como una alternativa a estas plataformas con el objetivo de garantizar derechos laborales. Se trata de Astindu Koop es “una apuesta por la economía social y solidaria, que incluye la innovación digital como herramienta para la creación sostenida de valor económico y social. Se trata de “una

estructura de propiedad compartida y democrática. Buscamos crear trabajos con condiciones dignas, estructuras de decisión horizontales y tejer redes”.

Otra de las cooperativas se encuentra en Argentina: se trata de Factorial, cuyo trabajo en red ha permitido conectar distintas experiencias de ESS a través de la provisión de herramientas de planificación económica, financiera, asesoría contable, capacitaciones, investigación, comunicación y diseño “vinculadas transversalmente por la educación cooperativa con una práctica de educación popular y feminista”.

La importancia de construir diálogos y puentes es una de las instancias clave para potenciar estas iniciativas. Uno de estos puentes se construyó en marzo de 2023 en Barcelona: el congreso de Economía Feminista celebrado tuvo como eje la economía digital, convocando a abrir el debate, pero también la “confluencia, contraste y cocreación de las múltiples combinatorias alrededor de la transformación económica, los feminismos y la digitalización”[8]

Las experiencias reconstruidas aquí no sólo recuperan los valores de las economías solidarias para abrir grietas en el capitalismo digital, también ponen en marcha nuevas formas de erosionar la gestión algorítmica, situando en el centro de la escena la importancia de la reproducción social.

 


[1] Se conoce como «triángulo del litio» a la zona geográfica ubicada en el sur de Latinoamérica, ubicada en el límite de Argentina, Bolivia y Chile, que concentra más del 85 % de las reservas de ese metal ligero que alimenta las baterías eléctricas.

[2] En relación con planes de expansión de la digitalización y energías renovables se puede consultar el reciente informe de ODG.

[3] Al respecto ver el artículo reciente sobre los países insulares situados en el Océano Pacífico: Slatter, Claire (2023) “Intersecciones entre justicia ecológica y justicia digital”, DAWN Informa.

[4] Puede verse con más detalle en el artículo de Anita Gurumurthy, “Un futuro feminista del trabajo en el futuro post pandémico”, DAWN INFORMA, 2022.

[5] Asimismo, una serie de debates se dieron en la Eurocámara frente a la posibilidad de contar con una norma que regule al “sector rider”. El itineriario de debates se puede consultar aquí.

[6] Huws, U. (2017) “Where did online platforms come from?”, Meil P., Kirof V. (eds.) The Policy Implications of Virtual Work. London: Palgrave Macmillan.

[7] Miranda Alcazar, M. (2019) Global Assemblages, ​Technofuturos​ and the Worldwide Web of Care: Laboring Latinas and Care Work Platforms”, Master of Arts in Chicana and Chicano Studies, University of California; Gurumurthy, A. and Chami, C. (2020) “A 3-Point Agenda for Platform Workers; as if the South Matters”, Bot Populi, May;Hidalgo Cordero, K. (2022) Código Doméstico in the flesh, Quito, LSE; Pereyra, F., Poblete, L. y Tizziani, A. (2023). Plataformas digitales de servicio doméstico y condiciones laborales. El caso de Argentina, Buenos Aires: Oficina de país de la OIT para la Argentina.

[8]Fuster Morell, M. (2023) “Cruces entre economía feminista, digitalización económica y feminismos digitales”, Pikara Magazine, Monográfico #18, pp. 9-10.

 

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