Varios

Proyectos con gancho

¿Qué pueden tener en común un carrito de venta ambulante de horchata y el pañal de un bebé? ¿Y una cesta de verduras con una guardería? Todos ellos forman parte de iniciativas que, en plena recesión y sin necesidad de grandes inversiones o infraestructuras, están liderando con éxito un proceso de cambio. Sus productos y […]

7 septiembre 2010
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¿Qué pueden tener en común un carrito de venta ambulante de horchata y el pañal de un bebé? ¿Y una cesta de verduras con una guardería? Todos ellos forman parte de iniciativas que, en plena recesión y sin necesidad de grandes inversiones o infraestructuras, están liderando con éxito un proceso de cambio. Sus productos y servicios invitan a practicar un modelo de consumo con hábitos más respetuosos con el medio ambiente y con el ser humano.

Joan Castellà recoge tomates de su propia cosecha. Joan es un agricultor que cultiva verduras y frutas ecológicas y las distribuye en cajas de cartón por toda España. Sus clientes son políticos, médicos, familias y todo tipo de gente.

Precisamente, cuando la inmobiliaria donde trabajaba cerró, Marc Soriano decidió sumarse a un proyecto que importa de Alemania un aislante térmico y acústico hecho con papel de periódico reciclado. “Tenemos demanda en obras nuevas, como el Museo del Aceite de Jaén, pero también trabajamos mucho con particulares que, al no poder cambiar de casa, rehabilitan la que tienen”, explica Soriano. El aislante permite ahorrar una gran cantidad de energía, justo lo que pretendía conseguir un joven matrimonio, Katy Alonso y Francesc Oromí, en su caluroso ático comprado hace cinco años. “No queríamos tener encendido todo el día el aire acondicionado, y esta solución del papel de periódico nos convenció por ser más natural. Cuando lo explicas, la gente se sorprende, pero todo cambia cuando ven que funciona”, explica Katy.

Pañales reutilizables. Mónica Hernández y su hija Ona, de tres meses, con uno de los pañales ecológicos que usa la niña. Los pañales reutilizables están fabricados con algodón 100% ecológico y pueden ser usados hasta los tres años, ya que se pueden ajustar mediante un sistema de botones.

Mónica ha calculado que, después de unos dos años y medio utilizando estos pañales en vez de los de usar y tirar, el ahorro económico será de más de 1.000 euros. La misma sorpresa despierta la pequeña Ona cuando luce su pañal de algodón ecológico. “El primer día que llegué a la clase de posparto causó sensación, porque es muy estético. Enseguida todas las madres me preguntaron por el trabajo de limpiarlo, y sí, lógicamente, da más trabajo, pero una vez coges el ritmo tampoco cuesta tanto. La verdad es que tiene tantas ventajas que compensa”, asegura su madre, Mónica Hernández.

Debe de compensar cuando la asociación de comercio justo Bebés Ecológicos, con sede en Almería, ha duplicado las ventas de sus pañales de tela en los últimos años. Su directora, Dolores Rubio, explica que “la crisis ha hecho que muchas personas los compren por el ahorro económico, porque, aunque de entrada es más caro, a la larga salen mucho más a cuenta. Pero es que además se trata de una opción mucho más sostenible y, en este sentido, también hemos detectado un cambio de mentalidad en la generación de madres nacidas en los años 70, que realmente los prefieren por una cuestión de responsabilidad medioambiental y de respeto a la piel del bebé”.

Ona y su innovador pañal encajarían a la perfección en la nueva guardería municipal de la localidad de Santa Eulàlia de Ronçana, en Barcelona. Vista desde lejos, recuerda la estructura de un poblado de la sabana africana. Cuando uno se aproxima, descubre paredes de tierra cruda revestidas de corcho natural y un jardín que, en lugar de crecer en el suelo, lo hace en el tejado. Dentro, la luz que entra por las ventanas redondeadas se refleja en cúpulas elípticas, iluminando formas arquitectónicas heredadas de las antiguas técnicas de construcción catedralicias.

Bioconstrucción. El exterior de la guardería pública que se está construyendo en el municipio de Santa Eulàlia de Ronçana, Barcelona. Tanto la arquitectura como la construcción de este edificio han sido concebidas y llevadas a la práctica siguiendo parámetros biológicos, ecológicos y holísticos.

Proporciones solsticiales, ladrillos de tierra natural sin cocer a la que se han añadido siete esencias florales de Bach y materiales 100% naturales son, entre otras, las características del edificio. Todas las aulas son redondas y tienen una cúpula con un agujero central que concentrará el sol en el centro.

No es de extrañar que el Ayuntamiento se lo pensara dos veces antes de adjudicar la obra a un equipo de constructores y arquitectos que planteaba una infraestructura que iba más allá del simple uso de materiales ecológicos o de promover un consumo de energía eficiente.

“Todo el proyecto gira alrededor del sol, siguiendo criterios de proporción áurea y geometrías basadas en ángulos solsticiales. También se han tenido en cuenta los campos electromagnéticos de la Tierra, los flujos del aire y las vibraciones que emiten los colores, elementos que, como está demostrado, influyen en nuestro bienestar. No es casualidad que los niños jueguen en corro o los adultos conversemos en círculo. Son posiciones armónicas que la arquitectura debe respetar”, explica el arquitecto Gabriel Barbeta, uno de los artífices del proyecto.

Los detalles llegan hasta tal punto que a cada ladrillo se le han aplicado esencias florales del sistema terapéutico Bach y, en las ventanas, el cristal se ha revestido con sales del Himalaya, activadoras de la energía solar. Pero en contra de lo que se puede pensar, el coste global de la obra no ha sido superior al de una convencional. “La ecoarquitectura economiza costes al basarse en técnicas constructivas muy simples, como las de antes, y que en el fondo son las que hoy se siguen usando en los países pobres”, detalla Barbeta.

La guardería es el primer edificio público de España concebido a este nivel bioconstructivo y, por el interés que ha despertado en ferias de referencia como la Rivas Ecópolis, seguramente no será el último. Barbeta está convencido de que los niños que se formen en un espacio basado en estos nuevos parámetros, de adultos serán capaces de liderar nuevas formas de actuación y pensamiento. Las perspectivas de futuro de estas iniciativas hacen pensar que quizás no sea necesario esperar tanto.

Rosa Ester Lloria, de 49 años, trabaja en uno de los carritos de venta ambulante de horchata ecológica de Món Orxata.

Valencia, sábado tarde. Una multitud de turistas y paseantes deambula, bajo un sol de justicia, por la Ciudad de las Artes y las Ciencias. De repente, un pequeño carrito de venta ambulante de horchata se suma al paisaje y se convierte en el oasis perfecto donde refrescarse. “Es la única horchata ecológica de Valencia. Hecha de forma totalmente artesanal”, explica Rosa Ester Lloria a unas señoras de Dénia. “Es una bebida típica de aquí, se hace con chufas, como estas”, enseña ahora a un matrimonio de Portugal. Este es el cuarto año que Rosa trabaja para la empresa Món Orxata tras haberse quedado en paro a los 46. “Tenemos por norma contratar sólo a mujeres mayores de 45 años. No entiendo por qué nadie las quiere. Tratan bien al cliente, el producto, los carros…, cumplen con todo. Algunas es la primera vez que pueden mantenerse por sí mismas, otras se han convertido en la principal fuente de ingresos en casa”, explica Antxon Monforte.

Él fue uno de los fundadores de este proyecto nacido en el 2003 y que hoy sustenta ya a 60 familias. “La idea está inspirada en los carritos de chicha blanca (bebida derivada del arroz) de Latinoamérica. Partimos de cero, construyendo los primeros carros nosotros mismos. Como van sin electricidad, para conservar fría la horchata recuperamos el sistema con hielo que usaban los horchateros de principios de siglo XX”, explica Monforte.

La horchata de la calle, como algunos la llaman, no sólo ha conquistado el paladar de los valencianos sino también el de Demi Moore, los príncipes de Asturias o el papa Benedicto XVI. “Llenamos varias veces un termo para él y al final acabó llevándose no sé cuántos litros más al Vaticano”, recuerda Monforte. La clave del éxito es, lógicamente, la calidad de la horchata, algo en lo que tiene mucho que ver Enric Navarro, el primer productor de chufa ecológica de la huerta valenciana.

En la tradicional barraca donde vive, una de las pocas que se mantienen en pie a escasos metros de los edificios de Calatrava, cada día Navarro expone a algún agricultor los valores escondidos tras la apuesta ecológica. “No es sólo una cuestión de dejar de usar pesticidas y fertilizantes químicos y lograr un producto de más sabor y calidad. Hemos llegado a un punto en el que hay que decidir qué queremos, si mantener el sistema agroindustrial que obliga a malvender las cosechas o reconvertir el modelo y volver a la empresa agraria tradicional, trabajando con cadenas de distribución más locales y con precios más justos”, reflexiona Navarro.

Predicando con el ejemplo, este año, Món Orxata ha triplicado el precio de compra del kilo de chufa en el mercado y, de momento, ha logrado convencer a diez agricultores para que cultiven chufa ecológica.

Sus campos se contabilizarán a partir de ahora entre el millón seiscientas mil hectáreas dedicadas al cultivo ecológico en España. La cifra, que representa un incremento del 21,64% respecto al 2008 y del 33% respecto al 2007, ha convertido a España en uno de los líderes mundiales en cultivo ecológico, un sector que desde el 2002 no ha dejado de crecer. “Estamos a la cabeza de Europa en producción, pero el 80% se exporta a países como Alemania, Dinamarca, Reino Unido o Francia“, explica Ángeles Parra, directora de la feria BioCultura.

El desconocimiento sobre sus virtudes, las dificultades en la distribución y la percepción de que se trata de un producto de élite son las principales razones que impiden que el consumo ecológico se haya popularizado más rápido entre los españoles. Sin embargo, incluso en tiempos de crisis, la demanda interna va poco a poco en aumento. Se trata de un dato significativo si se tiene en cuenta que, de momento, su precio acostumbra a ser algo más elevado que el del producto convencional. “Yo creo que esto es un hecho muy importante porque significa que cada vez hay más personas replanteándose cómo y en qué se gastan el dinero”, asegura Parra.

“Desde el punto de vista moral, la crisis económica que vivimos es una crisis de codicia”, señala el economista y profesor de Iese Antonio Argandoña. “Durante mucho tiempo, hemos crecido sólo por crecer, descuidando cualquier mecanismo de equilibrio. Ha sido una irresponsabilidad que ha derivado en un déficit de valores éticos en nuestras relaciones, en las empresas y en el consumo.”

Aislamiento con papel. Katy Alonso observa cómo Marc, socio y trabajador de Ecomarc, aísla su piso con una mezcla de papel reciclado y sales bóricas. La diferencia cuando el material termina de asentarse puede llegar a ser de hasta cuatro grados, lo que ayuda a ahorrar energía de las calefacciones y los aires acondicionados.

“En realidad, la crisis es de valores”, explica la catedrática en Psicología Social M. Pilar González. “El momento que vivimos nos está exigiendo que reinventemos la escasez y descubramos qué es esencial para cada uno. Esto no implica renunciar a nuestros avances ni al consumo, pero sí hay que aprender a seleccionar con criterio, huyendo de la acumulación de cosas, y también hay que aprender a cooperar, en vez de buscar sólo el provecho propio”, explica esta experta en actitudes grupales.

La receta parece simple aunque utópica. ¿Cómo evitar las tentaciones del consumo low cost o renunciar a la variedad de productos a la que nos hemos acostumbrado? Joan Castellà fue pionero en la distribución de la cesta de verduras ecológicas a domicilio. Cuando empezó este servicio, hace ya más de una década, todo era escepticismo.

“‘¿Tú crees que vas a lograr cambiar los hábitos de las personas?’, me preguntaban. Yo les decía que sí, que el único cambio que implicaba la dieta ecológica era consumir productos locales y de temporada. Que su calidad compensaría la relativa falta de variedad”, explica el agricultor. Hoy, el éxito de su pequeña iniciativa familiar no sólo le ha llevado a tener contratadas a cinco personas más sino que también demuestra que hay un número creciente de personas que están transformando su modelo de consumo.

“El ser humano, sobre todo en el ámbito colectivo, es extremadamente resistente al cambio. El proceso es muy lento, sin embargo, las crisis suelen facilitarlo. Por eso, debemos procurar que de la situación actual emerjan los cambios de actitud que el planeta nos está reclamando”, explica González.

Texto de Sònia Casas
Fotos de Lourdes Segade

www.vidasana.org – magazinedigital.com – La Vanguardia

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