Ecologismo

¿Qué economía para los pequeños pueblos?

Reflexiones para establecer una base conceptual sobre lo que puede ser el futuro de los pueblos pequeños de baja densidad e iniciar un proceso de reactivación socio-económica desde la construcción colectiva. Los pueblos y el medio rural están llamados a jugar un papel en el desarrollo territorial en este nuevo tiempo, y a pesar de […]

15 julio 2020
Fuente:Euskonews

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Reflexiones para establecer una base conceptual sobre lo que puede ser el futuro de los pueblos pequeños de baja densidad e iniciar un proceso de reactivación socio-económica desde la construcción colectiva.

Los pueblos y el medio rural están llamados a jugar un papel en el desarrollo territorial en este nuevo tiempo, y a pesar de las incertidumbres de este nuevo presente creemos que pueden contribuir decisivamente a crear un mundo más seguro desde el punto de vista ambiental y de salud pública, reconstruyendo la socio-economía local del medio rural y propiciando unas formas de vida más satisfactorias y sostenibles.

Partiendo de lo que entendemos por pueblos pequeños y nuevas economías, nos aproximamos a las bases de una nueva economía, así como a las herramientas instrumentales y conceptuales que deberíamos considerar para finalizar apuntando los obstáculos estructurales que hay que superar, cambiando actitudes y abordando necesarias reformas administrativas.

 

I. ¿Qué entendemos por pequeño pueblo y por nueva economía?

Durante el largo periodo de la industrialización y urbanización del siglo XX, los pueblos y aldeas sufrieron un profundo descalabro en sus economías y su demografía. Sus formas de producir —basadas en una economía básicamente agraria y forestal orgánica, diversificada, de pequeñas producciones integradas, con alto autoconsumo de insumos, cuasi autárquica,…— no resultaban “competitivas” en comparación con las industrializadas. A la vez sus habitantes, empujados por los nuevos aires de la industrialización, se convirtieron en la mano de obra que necesitaban las fábricas y las ciudades. Se inició así un tiempo de emigración y decadencia rural que dio lugar a la despoblación y el abandono de actividades y manejos culturales del territorio.

La emergencia climática, otros problemas ambientales derivados de las economías industriales y las disfunciones creadas por las economías urbanas de concentración nos inducen a explorar alternativas, plantear hipótesis y desarrollar nuevos modelos de economía local que, para los pequeños pueblos y aldeas, se formulan desde una visión holística y se concretan en la conservación de nuestra biodiversidad, el fomento de la producción y consumo alimentario de proximidad, pasando por la innovación y la tecnología, la diversificación productiva, la implantación de nuevas actividades y servicios o el establecimiento de nuevas relaciones sociales y laborales.

Pasado ese tiempo de la industrialización basada exclusivamente en la concentración, surgen ahora nuevas opciones para reactivar y dar un nuevo sentido a las economías de los pequeños pueblos de la mano de dos grandes grupos de factores que se retroalimentan: por una parte, las nuevas tendencias y orientaciones a favor de una economía de escala humana e integrada en los ecosistemas locales y, por otra, las herramientas instrumentales y conceptuales que pueden hacer posible que sea llevada a la práctica. Los pueblos, y el medio rural en general, están llamados a jugar un nuevo papel en el desarrollo territorial en este nuevo tiempo.

Entendemos por pequeño pueblo o aldea aquella estructura protourbana cuya principal actividad económica está, o estuvo, vinculada al aprovechamiento agrario, ganadero y forestal de su entorno y a sus correspondientes industrias locales de transformación. En las últimas décadas, esas pequeñas estructuras de poblamiento han sufrido distintos avatares como consecuencia de la influencia urbano-industrial. Unas se han especializado en términos de agricultura, ganadería o silvicultura intensiva; otras, principalmente las más alejadas de los centros urbanos y más incomunicadas, se han abandonado y otras muchas, se han “urbanizado” —aquellas más próximas a las ciudades—  como consecuencia de la difusión urbana, se han “industrializado”, copiando los modelos industriales al uso, o se han “turistificado” como consecuencia del interés urbano por la segunda residencia en el campo y el auge del turismo rural. En cualquier caso, todas ellas tienen un denominador común: han perdido —están a punto de perder o la mantienen en términos muy marginales— su economía agroecológica genuina, original y local que les daba identidad cultural y paisajística y con ella han perdido biodiversidad, complejidad sistémica, diversidad alimentaria y seguridad ambiental incrementando, a la vez, los riesgos de plagas e incendios.

Entendemos por nueva economía para los pequeños pueblos aquella que, en primer lugar, recupera, rehabilita, actualiza y moderniza de forma integral e integrada su Sistema Agroecológico Local (SIAL)[1] y su economía histórica, original y genuina vinculada a los aprovechamientos sostenibles de sus recursos naturales; en segundo lugar, incorpora de forma complementaria nuevas opciones y actividades económicas de otros sectores que diversifican su base socioeconómica, contribuyen a incrementar la demografía y a hacer más compleja, cohesionada, variada y rica la estructura social de la comunidad. Sobre estas dos bases económicas, la agroecológica histórica y la diversificada y complementaria de nuevo cuño, se debería construir el nuevo orden económico y la nueva comunidad de bienestar en la aldea.

 

II. Bases de una nueva economía para los pueblos pequeños

El declive socioeconómico y demográfico de los pequeños pueblos debería abordarse, en nuestra opinión, a partir de modelos económicos, culturales y sociales de desarrollo local que, además de movilizar los recursos propios y promover nuevas actividades, apuesten por implicarse en la lucha contra el cambio climático y a favor de la transición ecológica y por superar las disfunciones provocadas por la industrialización y la concentración urbana. Retomamos la idea, popularizada hace años, de “piensa global y actúa local”. La nueva economía para los pequeños pueblos se plantea como primer objetivo, y tal como hemos referido, la recuperación del Sistema Agroecológico Local. Hasta la aparición de la teoría industrial, los pueblos basaron sus opciones de desarrollo en la explotación sostenible e integrada de los recursos naturales del entorno a través de una economía de base orgánica principal y de una organización sociocomunitaria regulada por medio de ordenanzas propias que se sitúan en la base de su identidad, su singularidad y su cultura local. Los paisajes rurales originales, miles de variedades de razas y cultivos y funcionales agroecosistemas constituyen un rico patrimonio natural-cultural que debemos reactivar con nuevas formas de organización del trabajo y de gestión del territorio que remplacen al trabajo histórico desarrollado por el conjunto de casas campesinas —organizadas en comunidad y ahora  extinguidas— por medio de nuevos objetivos de producción orientados hacia la multifuncionalidad —producción de alimentos de calidad, aprovechamiento de insumos locales, reactivación de procesos agroecológicos esenciales, conservación de la biodiversidad, mantenimiento de los paisajes, retención del CO2 en el suelo, prevención de incendios y plagas…— y conforme a Planes Agroecológicos Locales (PAL)[2] diseñados ad hoc para cada pueblo. Los principios económicos históricos de la aldea son los propios de la denominada “economía de la naturaleza”, la economía de gestión comunitaria, de los bienes y los recursos comunales, vigentes durante un largo periodo de tiempo y hasta el triunfo de la industrialización. La idea es volver la mirada hacia esa forma de economía como fuente de inspiración y actualizarla para crear una nueva economía de bienestar basada en la sostenibilidad ecológica, económica y social del territorio.

De forma complementaria a la economía agroecológica histórica los pueblos pueden y deben acoger nuevas actividades empresariales y económicas no relacionadas necesariamente con la tradición y los recursos locales. A finales de los años ochenta del pasado siglo el turismo rural constituyó un movimiento importante a favor de la diversificación de la economía de los pueblos. Nuevas opciones vinculadas al ejercicio de profesiones liberales, artísticas, teletrabajadores de empresas establecidas en las ciudades, creación de empresas innovadora de muy distintos y variados sectores[3],… pueden establecerse en los pueblos si buscamos incentivos y movilizamos recursos ociosos o abandonados. A su vez, la llegada de nuevos pobladores contribuirá a un proceso de autodinamización y generación de nuevas empresas en el ámbito de los servicios.

En este periplo hacia la nueva economía de los pueblos encontramos en los fundamentos de la economía circular la oportunidad para aprovechar y repensar la histórica utilización de los recursos locales y darle nuevas vidas siguiendo los ejemplos de la naturaleza y aplicando innovación y tecnología.

Durante el largo periodo de la industrialización y urbanización del siglo XX, los pueblos y aldeas sufrieron
un profundo descalabro en sus economías y su demografía.

III. Herramientas instrumentales y conceptuales para la nueva economía

La generación de una nueva economía para los pequeños pueblos debe alumbrarse desde la perspectiva de las denominadas “iniciativas de transición”, definidas como aquellas propuestas emergentes que acomete la propia comunidad local buscando la sostenibilidad económica, ecológica y social de su pueblo. La iniciativa de transición requiere «liberar la inteligencia colectiva” de la comunidad para diseñar y construir creativa y proactivamente un modelo de desarrollo que esté más conectado con la tierra, con la cultura local, con los recursos naturales y con el conocimiento agroecológico y sea enriquecedor tanto para las personas como para la conservación de la biosfera. La viabilidad de las iniciativas de transición depende, por una parte, de la calidad de la propuesta y de la disponibilidad de medios para llevarla a cabo y, por otra, de la superación de obstáculos y riesgos que pueden impedir su despegue y desarrollo.

La aparición de nuevas tecnologías, nuevos valores y el surgimiento de procesos de cambio cultural hace que, en términos generales, podamos considerar que nos encontramos en la transición del ordenamiento propiciado por la industrialización hacia nuevos modelos de generación de economía y modos de vida. Las tecnologías telemáticas ya disponibles y generalizadas, las posibilidades que el teletrabajo abre para la desconcentración de trabajadores de las grandes empresas y las Administraciones públicas concentradas en las ciudades, las tecnologías disponibles para producir localmente energía renovable, las nuevas empresas vinculadas al aprovechamiento de recursos o el reciclaje, la innovación y la responsabilidad social y ambiental corporativa, la alimentación de proximidad,…constituyen un conjunto de herramientas, oportunidades y valores que se ponen a disposición de los pequeños pueblos para que con estos nuevos ingredientes puedan reorganizar su propio modelo de desarrollo local.

En la reactivación económica de los pueblos pequeños, principalmente en el ámbito agroecológico, juegan un papel determinante tanto la población local oriunda y los nuevos pobladores, que constituyen el núcleo activador del proceso de desarrollo y manejo del territorio, como la población vinculada que reside en el exterior pero que habiendo nacido en el pueblo, o teniendo vínculos familiares o afectivos, mantienen una relación habitual con él y constituyen el principal grupo consumidor de los productos agroalimentarios haciendo además las veces de promocionador de los mismos.

De igual manera las administraciones locales juegan un papel fundamental, a través de los grupos de acción local y/o de otras entidades, como animadores y promotores tanto para ayudar a encauzar y/o apoyar las iniciativas a favor de la nueva economía para los pueblos pequeños como para favorecer la gobernanza y la colaboración público-privada.

Ahora surgen nuevas opciones para reactivar y dar un nuevo sentido a las economías de los pequeños pueblos.

IV. La superación de los obstáculos estructurales: las nuevas actitudes y el abordaje de las necesarias reformas administrativas

Asimismo, en la reactivación de las economías de los pequeños pueblos las Administraciones Publicas juegan dos papeles determinantes. En primer lugar, deben implicarse en las tareas de fomento y mantenimiento de infraestructuras y equipamientos, así como en la prestación de los servicios públicos esenciales.

En segundo lugar, deben implicarse en promover reformas y en fomentar nuevas actitudes que sirvan para superar aquellos obstáculos estructurales que inhiben o impiden el despegue de las nuevas economías locales agroecológicas y diversificadas. Muchas de las estructuras y normativas administrativas fueron concebidas, y responden, a las lógicas y los requerimientos de las economías industriales de concentración pero tienen muy mal encaje en las complejas, heterogéneas y variadas realidades de los pequeños pueblos.

Son varios los ámbitos competenciales en los que se hace imprescindible el abordaje de reformas. Entre ellos podemos citar, sin ánimo de ser exhaustivos, los aprovechamientos locales de energías renovables, la fiscalidad, la vivienda, la ordenación del territorio, la política de conservación de la naturaleza o del patrimonio cultural, la gestión de los montes, la agricultura y la agroalimentación de pequeña producción, la ganadería o la ordenación y fomento agroecológico en la gestión del territorio y la prestación de servicios agroecosistémicos.

 

[1] En nuestro caso entendemos por Sistema Agroecológico Local (SIAL) el aprovechamiento regular, ordenado, cíclico e interdependiente del conjunto de los recursos naturales locales, tanto domésticos como silvestres, a través del mantenimiento de los procesos ecológicos y agroecológicos derivados de los usos y manejos agrarios, ganaderos, forestales y cinegéticos del territorio.

[2] El Plan Agroecológico Local (PAL) es el documento promovido por la comunidad vecinal y/o la entidad local en donde se concretan tanto el modelo de gestión y gobernanza como los aspectos particulares, organizativos y funcionales que permitirán a un pueblo ponerse en movimiento para desarrollar su economía local en los términos genéricos y sobre los planteamientos descritos en este documento.

[3] Entre las nuevas actividades y opciones de actividad económica destacamos especialmente, además de las mencionadas, las iniciativas empresariales desarrolladas a partir de la economía circular y las relacionadas con nuevos aprovechamientos de recursos locales o de recursos terceros.

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